Estoy bien

Puede resultar un quiebre en la línea editorial.
Un extraño toque de color ante tanto gris.
Un hecho extraordinario ante tanta muestra de cotidianeidad.
En fin.
Una decepción para este blog.
Pero bueno. Estoy bien. Y me gusta estar bien. Entonces: ¿por qué no hacer un post donde así lo manifieste? ¿Eh? ¿Sabés que? ¡Lo hago! Hago un post sólo para decir que estoy bien. ¿“muy” dijo alguien por ahí? Ok. Estoy muy bien.

Tengo perchas nuevas

Puede resultar un dato intrascendente para todo el mundo. Es más: seguramente lo sea. Pero no me importa. Me compré perchas y están buenas. Y eso significa mucho para mí. Son 16. 6 rojas y 10 amarillas. Pero amarillas medio tirando a verde. Están buenas mismo. Tienen para colgar corbatas y unas cositas para colgar los pantalones de las presillas. Yo, igual, a los pantalones los doblo a la mitad y los cuelgo del medio. Y muchas corbatas que digamos no tengo... Pero tá. Está bueno que tengan eso. Lo que está bueno es tener perchas nuevas. Es una de las 23 mejores cosas que te pueden pasar. Ahora si que estoy en condiciones de decir que la vida me sonríe. Yupi. ¡Vida del orto! ¡Por suerte me estás sonriendo! Ya era hora, ¿no?

Nunca olvido una cara

No hay nada que me embole más* que ver a alguien en la calle y saber que lo conozco de algún lado, pero no recordar de dónde.


*ok, tal vez exagero un poquito con esta afirmación

¿Y Luigi?

Yo qué sé... Se fue. Algún día volverá... Viste cómo es él... Le da la chiripiorca y se va a la mierda, pero después vuelve, siempre vuelve, con la cola entre las patas. Yo no sé para qué carajo se va... Que se acostumbre. Su vida va a ser así. Y tendría que darse cuenta que está buenísimo que así sea. Es un tarado... El loco medio que predica eso de que pasarla mal te sirve para disfrutar mucho más cuando estás bien... Pero ni bola le da... Además... ¿De qué carajo se queja? ¡¡Media pila!! ¿Sabes qué? Que por mí, ni vuelva...

Buscando respuestas en el diccionario

Desmotivación: Falta de motivación o estímulo

Motivación: Acción de motivar / Motivo o conjunto de motivos

Estímulo: Cosa que estimula / Agente capaz de estimular

Estimular: Hacer que [alguien] tenga deseos de actuar, o de hacerlo más deprisa o mejor

Motivos: Causa [de una acción o de una actitud]

Motivar: Despertar el interés o el deseo de actividad [de alguien]

Causa: Cosa que es principio de un ser e influye sobre él, y de la cual este depende existencialmente / Persona o cosa que hace que [algo] ocurra o pase a existir

Cosa: Designa cualquier objeto existente de cualquier orden que sea, material o inmaterial, animado o inanimado

Alguien: Designa una persona cuya identidad es desconocida o cuya existencia es hipotética para la persona que habla, o ambas cosas a la vez


Creo que apenas llego a ser alguien. Y para peor, alguien desmotivado.

Qué buena banda Pequeña Orquesta Reincidentes

Para muestra, algunas geniales frases de sus geniales canciones:

“sólo mis huesos me hacen creer que estoy de pie”

“¿qué idioma es? ¿qué ruido hablás?”

“pieza difícil para mí. parece que hoy no es el día en que fluyen las cosas entre mis manos y mi respiración”

“pieza difícil para mi. de frases largas ¿para qué intentar en vano tararearla? si mi inspiración jamás te traerá”

“¿por qué no puedo olvidar tu risa? me persigue torturando en sueños como maldición. hoy que no estás aquí estás más que nunca”

“¡de ilusión también se vive! ¡siempre un brindis más! ¡siempre la copa próxima es la mejor!”

“volver a casa y es el viento. pega en la cara y parece que nos están usando el alma”

“vi pasar el día por la ventana”

“miro el reloj. vuelve tu nombre. cierro los ojos y estás otra vez”

“ahora quiero mi espalda contra la pared y ver lo que ven tus ojos”

“si cuando yo me muera lo he de hacer por ti ¿entonces quién se muere, quién se morirá por mí?”

Esto que estás leyendo ya no soy yo

Es raro, pero es así. Todo esto que estoy escribiendo y que se puede leer ahora y se podrá leer dentro de mucho tiempo, es un reflejo de mi persona ahora. Pero dentro de un tiempo, quizás esté totalmente alejado de mí.

Sí. Lo sé. Es cualquierita. Nada. Estaba escuchando Drexler mientras escribía...

No! Al doctor no!

De chico me enfermaba bastante. Problemas pulmonares eran los más comunes. Dolores musculares, principalmente de espalda. Continuo sangrado de nariz. Lesiones varias provocadas por arriesgadas acrobacias en la bicicleta. Y así dale que va. Bah. Como todo niño, creo. La cosa relevante de esta historia era mi permanente negativa a ver un doctor, usar curitas o tomar una medicina.

Sí. Siempre pensaba que nada iba a solucionar mi malestar, y que era al pedo intentar sanar. Las cosas tienen un proceso natural, y el cuerpo es sabio en esas cosas. Entonces tá. Si tenía que pasarla mal, para después pasarla bien, que así fuera. No intentaba adelantar el proceso.

Está bueno. Parece que mucho no cambié en esta veintena de años. Sigo pasándola mal, pero ya no tanto a nivel físico. E intento bancármela de la misma forma. Con la misma premisa que de chico. No hay doctor, ni curita, ni medicamento que solucione mi dolor. No cambié en ese sentido. Hasta ahora.

Muletillas

Ok... Son muletillas sonoras... Pero bueno... Quería dejar una evidencia por escrito lo más aproximada a nivel onomatopéyico al menos. Esto es lo que digo, hoy por hoy, a cada rato:

es bueniiisssimo

ooooooooook

me mueeeero

lalala

leru leru

yupi

y tá

taraaan

jelooou

mmnnoo

lleeveee

Si algo me enseñó la vida...

... es que los hombres entre hombres, son payasos por naturaleza. Entre mujeres, lo son por necesidad.

Los peligros del Jeringoso

La risa, por ejemplo, es complicada: japajapajapa

Hoy no es hoy

¿Hay algo que enseñe más que el fútbol? ¿Hay algo que te de una renovadora visión del mundo constantemente como el amo y señor de todos los deportes? No. Y lo comprobé hoy. Paso a contarte. Aunque primero te pongo en contexto, ¿te parece? Me encantó la idea de que tu cumpleaños no fuera el día que toda la vida lo festejaste. Salado. Me encantó. Es rara la vida. Pero entre todas las cosas raras que hay en ella, lo de los días es muy raro.

Ahora sí pasó a contarte. Ya lo sabía. Pero como pasa a menudo, hay cosas que sabés pero no te detenés a analizarlas hasta determinado momento.

Hoy de tarde estaba escuchando 13 a 0, y hablaban de tener un contacto telefónico con un corresponsal que estaba en Australia. Y que pin, que pan, en una agarran y dicen: Allá en Australia es mañana. Salado. ¿¡¿Entendés?!? Allá es lunes. Y acá, domingo. Es loquísimo eso. Creo que Julio Verne ya lo exploró en La vuelta al mundo en 80 días. Y a decir verdad, no sé si se dio cuenta por jugar al fútbol. No sé. Otro día hablamos sobre él. Hoy no quiero hablar de los Verne. Quiero hablar de los Díaz. De Bruno. De Cameron. De Raquel -una vecina que tenía en Mercedes, que no sé si era Díaz, pero no sabés lo buena que estaba-.

Vuelvo: Acá es un día, y en otro lado del mundo, puede que sea otro. O sea: técnicamente, tu cumpleaños en Australia, seguramente sea al otro día que el que lo es acá. Pensalo. Puede que esa sea la explicación a tu apatía frente a tu cumpleaños. ¿No? Bueno. Tal vez no. Perdón. Quería escribir algo que tuviera que ver con lo que escribiste vos. Y al final no hablé ni de las enseñanzas del fútbol, ni de Batman, ni de Raquel...

¿Sabés qué? Feliz cumpleaños. Y no te pongo Feliz cumpleaños atrasado, porque uno nunca sabe...

Maldito Cow Boy

Me subo al ómnibus hoy, no? Y tuve que tomar una elección súper difícil. (¿Te conté acerca de lo mal que me pone tener que tomar decisiones? Bueno... Por las dudas, te cuento ahora después) Me pone mal tener que tomar decisiones. (Listo... Qué alivio...) Tuve que decidir en cuál lugar sentarme. ¿Por qué los ómnibus no vienen con solo un par de lugares libres? O vienen llenos, o vienen vacíos. Una mierda.

Entonces empecé a caminar, porque para peor, uno no tiene la libertad de pararse en el pasillo y analizar una a una las opciones, porque atrás viene gente. Siempre. O si no, el guarda arranca con el “al fondo que hay lugar”. Sí. Ya sé que al fondo hay lugar. Pero adelante también. Es más. Hay lugares libres por todos lados en tu ómnibus de porquería. ¡¡Y yo tengo que elegir!! ¡¡Dejame en paz!! ¿!¿Qué no entendés?!? ¡¡Ayudame!! Decime dónde me siento...

Pero no. Hay decisiones que las tiene que tomar uno mismo. Carajo. Y yo decidí. Y obviamente, mal. Me senté en los de atrás -en esos en los que vas de costado-. En sí, es un buen lugar. Es lindo ir viendo siempre para afuera. Bueno. A mí me gusta. O bueno. Tengo eso de querer ver el lado positivo a mis decisiones. La cosa es que voy, tranqui, pensando en (¿esto debería ponerlo entre paréntesis? No... Ya he hecho referencia a lo que pienso y no puse paréntesis. Cuando pienso mientras escribo es que debo ponerlos). Mierda. Por pensar me olvidé de lo que iba pensando en ese momento. No importa.

La cosa es que empiezo a escuchar un chic, chic. ¿Me explico? ¿Ubicás ese ruidito? ¡¡El chic chic de un cortauñas!! Yo no lo podía creer. La gente no toma mate en un ómnibus. La gente no saliva en un ómnibus. La gente no habla con el chofer en el ómnibus. Bah. ¿Alguien me explica qué carajo pretenden esas minas que se quedan paradas atrás del chofer, comiéndoles la oreja? Bueno. No importa.

Vuelvo a lo anterior. Había un tipo cortándose las uñas en el ómnibus. ¡¡Vamo´ arriba!! Pero para peor, lo venía haciendo parado, al final del ómnibus. Mierda. Ya no tenía las mismas opciones del principio para cambiar de lugar. Además, me gusta conservar mis decisiones e ir para delante con ellas. Entonces me quedé ahí, ya sin mirar tanto hacia fuera, sino que mirando al tipo, procurando que mis reflejos tuvieran el tiempo suficiente para esquivar una uña voladora. Porque convengamos que si hay algo independiente de nosotros en nuestro cuerpo, son las uñas. Saltan para donde quieran... Siempre. Por más prolijo que sea uno... Un embole. Por eso no me cae mal la gente que se corta las uñas con los dientes. Les quedan para el orto, pero uno con la boca puede dirigirlas mejor hacia donde quiere, y no molesta a nadie que venga sentado enfrente.

Esperá. Sé que esto tenía algo que ver con vos. Mierda. ¿Qué era? Ahh. Ya sé. Te gusta tocar la guitarra, así que capaz te ves tentado a dejarte las uñas largas. Lo que te voy a pedir -marcándote un error por adelantado- es que cuando ya no te guste tocar la guitarra y te quieras cortar las uñas, no lo hagas en un ómnibus. Pero bueno. Tampoco lo hagas comiéndolas. Es un peligro. En una pared del estómago, se te pegan las uñas con los chicles que te comiste de chico, y está todo mal. Todo mal, mal.

Me gustaría decírtelo por experiencia, que siempre da como un mayor valor al consejo. Una onda: “Te lo digo porque a mí me pasó”. Pero no. Yo nunca me comí un chicle de chico. Siempre se me pegaban en el pelo mientras dormía o en la jeta mientras aprendía a hacer globos, pero nunca en el estómago.

Fin. Abrupto. Pero fin al fin.

Panza llena, corazón contento

Hacía un gran tiempo que no me “partía” la boca como acabo de hacer. Tenía la opción de cocinarme una rica pasta, pero: Upa, mirá lo que encontré mientras buscaba el encendedor para prender la hornalla. Restaurante Las Tunas! Ja! Buenísimo. A ver que tienen... Pah! Milanesa napolitana!! Sí. A vos misma. ¿Llamo o voy a buscarla? Malditas decisiones. (Igual, lo solucioné rápido.) Fui. Qué buena esa espera, imaginándote que rica que va a estar. Qué bueno! Y no me decepcionó. Para nada. En un momento, más o menos por la mitad de la milanesa y sus correspondientes papas fritas, me pregunté: ¿dejo por acá y guardo para mañana? Minga! La decisión más rápida que he tomado en los últimos tiempos, y la que más mal me ha hecho.

Estoy hecho mierda. Mal. Destruido. Ojo. Estaba exquisita. Pero estaba... mucha. Por Dios. Exagerada. Bien por Las Tunas. Pero mal por mi inexperiencia y mi mala toma de decisiones.

Ahí me acordé de este popular dicho, que después me puse a analizarlo y entré e a dudar si realmente existía: Panza llena, corazón contento. Supongamos que existe y sigamos con lo que iba. No estoy muy contento ahora, y la panza está a más no poder.

Entonces: ¿para qué carajo sirven los dichos si no reflejan una verdad de la vida? Son peligrosos. ¿Cuánta gente basa su vida, sus acciones, decisiones y actitudes en las frases hechas? Es peligroso. Señor, usted que está leyendo esto de rebote porque estaba buscando una página donde hablaran del verdadero origen de la salsa golf, no confíe en los dichos. Como todos sabemos, son anónimos. Y eso no está bien. Por algo los autores no dan la cara. Vamos!! Usted lo sabe. Así que deseche todo lo que sepa de la vida a través de dichos, frases hechas y demás. Lamento informarle tan secamente esto, pero la vida es más que eso. Ninguna de las cosas que les puedan decir, sirven o se aplican a cada instancia de la vida...

Uia. Perdón. No puedo seguir. Además de bajarme la napolitana entera, me bajé un litro de cerveza.

Jodete!

Habitualmente me sucede que en el ómnibus es donde me pasan las cosas que más me dejan pensando. Éste, y no el tema económico, es el motivo por el cual no me he comprado un auto. Mi vida se vaciaría rápidamente si no me tomara el 187, el 76, el 329, el 546, el 526, el 199, el 191 o el 117. Perdón, en serio, perdón a todos los conductores, guardas y pasajeros de las líneas que alguna vez me pude haber tomado y que en esta reseña no recuerdo. Saben que a pesar de no nombrarlos, están en mi corazón, y estuvieron mucho tiempo en mi mente. Vivo con y por ustedes. No lo olviden nunca.

Ahora sí. Esto fue hace una semana. Me tomé el 76 a la altura de 21 de setiembre y Ellauri. Yo iba hasta Garibaldi y Requena. Por si nunca se han tomado el 76, desde mediados de año empezó a dar una vuelta rara a la altura de 8 de octubre. Un embole. Para mí al menos. Seguro que para los vecinos de la zona no. Pero tá. Si les interesa la opinión de ellos sobre el nuevo recorrido del 76, diríjanse a sus respectivos blogs, y no esperen en éste ese tipo de información. ¿Ok? No jodan. Mierda. Al final, con sus reclamos, me hacen perder. Retomaré lo que venía diciendo:

Ahora sí. Esto fue hace una semana. Me tomé el 76 a la altura de 21 de setiembre y Ellauri. Yo iba hasta Garibaldi y Requena. Por si nunca se han tomado el 76, desde mediados de año empezó a dar una vuelta rara a la altura de 8 de octubre. Un embole. Mucho más largo mi camino a casa. Pero bueno. Eso no me impidió que decidiera viajar parado. Había lugar en el fondo, en la esquinita, y hacia allí fui. Y empecé a observar.

Una oferta de asientos libres invitaba a los nuevos tripulantes a posar sus pompas en ellos. Y eso es todo un tema. Los asientos estaban libres, pero todos venían con un combo especial que incluía un desconocido sentado al lado. Algunos de estos pasajeros que se subieron un par de paradas antes de los que se inician en el viaje, hábilmente se sientan del lado del pasillo, como diciendo “acá no te vengas a sentar”. Otros, ponen sus bolsos, mochilas o hasta prendas en el asiento de al lado, diciendo lo mismo que los otros: “acá no te vengas a sentar”.

Pero bueno. Algunos pierden. Algunos deben aceptar la derrota, acomodarse y dejar pasar hacia el asiento de la ventanilla al nuevo integrante de esta familia tan linda que viaja en ómnibus diariamente. Y está bien que así sea. Mierda. Jódanse. “Yo vengo cansado también” debería decirle la gente. “Yo también tengo derecho a sentarme” deberían decirle otros –no le van a decir lo mismo todos...- Y me embola la actitud que toman.

Bah. Que tomaron en el viaje al que hago referencia. Sí. Me refiero a vos. Sí. Ese de lentes y bigotes. ¿A vos te gustaría que te hicieran lo mismo? No podés pararte, dejando abandonado a quien decidió sentarse contigo e ir en busca del primer asiento libre que quedó. ¿Y sabés qué? Jodete. Te lo tenés merecido. Es más. Cuando subió ese tipo, yo me puse a pensar: Ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él. Y pasó.

Este tipo de lentes y bigotes, que hizo sentir muy mal al muchacho cuando se paró y lo abandonó, se tenía merecido que su búsqueda por un lugar libre fuera frustrada a la próxima parada. Ja! ¿Te creías que todo el viaje iba a tener un asiento para vos solo? No no. Jodete. Es más. Si nadie se sentaba contigo luego de un rato, me iba a ir a sentar yo. Sólo para joderte. Porque te lo tenías merecido. Aunque fuera sólo por una parada, porque tá, en la otra me bajaba.

Y me bajé. Pensando en eso. Pensando en lo vacía que era mi vida ahora que no estaba sobre el ómnibus. Pero bueno. La vida sigue. Sé que mañana me tomaré otro ómnibus. Y sé que ese idiota de lentes y bigotes se tendrá que bancar la compañía de alguien que no le simpatiza, al menos, hasta que su vida se vacíe. Jodete!

Te morís...

Te juro que es así. Si te cuento con lo que soñé ayer, te morís. Pero no te lo voy a contar. O sea: no quiero que te mueras. Sí. Lo sé. Tarde o temprano, te vas a morir. Pero yo no quiero ser responsable de tu muerte. Me imagino en tu sepelio, muy concurrido por cierto, toda la gente preguntándose y comentando “de qué se murió”. Y no toleraré que digan que te moriste porque te conté con lo que soñé. Pero me muero de ganas de contarte. Y bueno... Como es obvio, yo tampoco quiero morirme. Sí. Lo sé. Tarde o temprano, me voy a morir. Pero yo no quiero ser responsable de mi muerte. Me imagino en mi sepelio, poco concurrido por cierto, toda la gente preguntándose y comentando “de qué se murió”. Y no toleraré (y no!! voy a estar muerto!! no toleraré ni muchas otras cosas) que digan que me morí porque no te conté con lo que soñé. Mierda. Vamos a morir!!!!!!!!

¿Me concede su risa?

Nada se compara con hacer reír a una mujer. En realidad, a decir verdad, hay muy pocas cosas que se puedan comparar con otras cosas. Inténtenlo y verán. A modo de ejemplo: ¿Hay algo que se compare con comer tortafritas con dulce de leche? No! ¿Hay algo que se compare con sacarse la pelusa del ombligo? No! ¿Hay algo que se compare con poder levantar algo del suelo con los dedos de los pies? No! Pero bueno: volvamos a lo anterior. No quiero irme del punto que quería abordar. Así que recapitulo: es buenísimo hacer reír a una mujer.

Lo he conseguido en algunas ocasiones, y es increíble. En esta etapa de mi vida, la sonrisa debe ser lo que más me atrae de una dama. Pasé por diversas etapas donde también me atraían principalmente los ojos. Sí! Obviamente que también prevalecieron en mis gustos los pechos y las pompis. Ahhh. Y también tuve una época donde lo que más me gustaba era el huesito de la cadera... Pah! Increíble ese huesito...

Todas esas cosas me siguen atrayendo (de más está decirlo). Pero hoy por hoy, lo que más me fijo en una mujer es su sonrisa. Y si soy yo quien la genero, ni te cuento... Ni hablar si consigo una efectividad tal que cada cosa que hago o digo logra robar una sonrisa... Pero también es un peligro, no? Eso puede transformarme en un idiota frente a los ojos de la dama en cuestión. ¿Y? ¿Cuál es? Soy un idiota aún frente a mis propios ojos. Pero soy un idiota que hace reír a una mujer. Y como dije al principio, nada se compara con eso.

Témanme palomas, témanme

Es increíble. Mi miedo a las palomas y a su estúpida manera de levantar vuelo me han hecho descubrir algo súper interesante. No está totalmente corroborado, pero podría afirmarse con total certeza que tengo un dominio sobre las palomas. Sí. Tal cual. Domino a las palomas. Haré una brevísima reseña sobre los mojones de este trascendental descubrimiento, sin develar datos confidenciales que puedan llevar a que otros seres humanos adquieran este don.

Usualmente yo estiraba mi mano hacia delante al enfrentarme en mi caminar con una paloma. Con la mano abierta, trataba de interceder -de forma equidistante- entre la trayectoria de la ave asesina y la unión de mis cejas. Nunca tuve que sufrir la desgracia de comprobar si serviría para detener el vuelo de la paloma, pero estimaba que sí.

Las últimas veces he cambiado mi postura, y en vez de tratar de transmitir telepáticamente “paloma del orto: nunca te incrustarás en mi frente”, he comenzado a pensar “paloma del orto: quedate quieta”.

Y está funcionando. Sí. Está funcionando. ¿Y? ¿Ahora? ¿Eh? ¡Palomas de mierda! Ya saben. No se hagan las locas, porque las domino. Les puedo hacer hacer lo que se me cante. Y no me agarren con los cables pelados un día... porque de mala leche que soy, las pongo a comer miguitas de pan del piso de alguna plaza pública.

Reflejo

Acabo de volver de hacer pis. Me senté nuevamente en mi silla, en la misma posición en la que estaba antes de que mi vejiga me recordara que tomar tres litros de agua o más por día me hace orinar mucho. Y me dio por mirar para afuera. Pero no pude.
Un apuesto tipo estaba mirándome. Jaja. Mentira. Era mi reflejo en la ventana cerrada. Entonces me propuse hacerme una suerte de autorretrato por escrito. Luego, no sólo me pareció muy ególatra, sino que también me disgustaron las cosas que iba escribiendo sobre mí. Todo mal. Jaja. Pero igual. No me hice caso, sino que le hice caso al del reflejo.
Tengo unos championes negros a los que a las dos semanas de comprarlos me aburrieron. Entonces entré a una mercería y le compré unos bonitos cordones rojos al tono. Mi inexperiencia me llevaron a que los cordones resultaran cortos, por lo que no puedo atarlos. Entonces le hice un nudito en cada punta que logran que estén relativamente apretando el champión a mi pie. Por suerte, hoy nadie me pisó el talón, porque de haber sucedido tal incidente, habrían salido a la luz mis medias rotas. Son azules y tienen una incoherente palabra con respecto al uso que les doy: Sport. Les tengo terrible estima. Me las regaló mi abuela Zulma. Pero bueno. Están viejitas y medio rotitas. Pobres... Igual tienen terrible protagonismo.
El pantalón que llevo puesto hoy es un tanto extraño. Cuando me lo compré en una de las galerías de diseño que pululan en el centro montevideano, me quedaban largos. Les practiqué un arreglo provisorio, que peligró ser permanente. Sí. Les hice un dobladillo. Aún no manejaba como ahora el hilo y la aguja, entonces les metí unas grampas con una maquinita de ganchos. Cualquierita... Una de esas máquinas para engrampar hojas. Ahora que lo pienso, no sé si no ayudaron al deterioro de mis queridas medias azules: resulta que los ganchos se iban enganchando con las medias, y hasta llegaron al punto de lastimarme mínimamente. Bueno. No importa. La cosa es que decidí recurrir a mi mamá y que ella les hiciera un dobladillo como Dios manda. Y ahí empezó el problema. Desconozco el motivo, pero ella lo hizo unos centímetros más arriba del mío provisorio. Pero para peor, estoy sospechando que el lavadero Burbujitas, además de devolverme mi ropa con olor a limpio pero sucia, me está achicando la ropa. Jaja. Todo mal.
¿A qué venía todo esto? Ahhh. A que todas estas vicisitudes desembocaron en que mis pantalones me quedan un poco cortos. Resultado: se ven más de lo debido mis medias azules, casi al punto de que cualquiera pueda leer el patético Sport. Si bien achicó, el pantalón me queda un pelín grande. Entonces uso un cinto.
Adoro mi cinto. Odio al que me lo vendió. No solamente porque luego de comprarlo, caminé media cuadra y lo encontré casi a mitad de precio, sino que además se desflecó todo. Una bosta. Pero lo re quiero. Al cinto. Es de esos de apretar. O sea: no tiene agujeritos. No estoy seguro, pero creo que el dibujito animado “Sinbad el marino” tenía uno con este sistema. Tá. No importa. La cosa es que es verde, con vivos en celeste y amarillo. Re amorciiisss. Jaja.* Luego, tengo una remera negra con un estampado en dorado. Tiene unos pajaritos re lindos. Y no. No soy puto. ¿Ok? Es del Desachate. Está buena. Igual, sólo se le ve el cuellito, porque por arriba tengo una camperita.
La camperita es medio verde, medio gris. No sé bien. Tiene capucha y una piolita azul para apretarla. Cada vez que me pongo la capucha, parezco un ladrón. Lo que pasa es que la barba ayuda. Igual, liquido la parte del vestuario y le meto a la parte física. Jaja. Me cago de la risa porque a la camperita ahora la estoy usando arremangada. Parezco Mateiko.
En la muñeca tengo una suerte de pulsera o algo así. Es un cacho de la tela que se usa para las correas de las mochilas, que la compré junto a los cordones rojos cortos. No es elástica, por lo que para ponérmela tuve que coserla sobre mi muñeca. Sí. Cómo era de esperar, me pinché todo. Además, se me ocurrió que con un encendedor podía lograr que quedaran súper unidos los extremos y evitar posibles pérdidas o rupturas. Y sí. Cómo era de esperar, me quemé todo.
Y por ahí estaríamos en la parte de autorretrato por escrito a nivel vestimenta. Ahhh. El calzoncillo es negro y tiene un botoncito en la bragueta.
Hablé de la barba... Estoy barbudo. Estoy desprolijo en verdad. Tengo el pelo que es cualquier cosa. Ahora que me miro en el reflejo del vidrio, realmente no sé si no llego a casa y me paso la máquina corta pelo en el número 4. O en el 2, mirá.
Lo único que saco en positivo de mi reflejo son mis ojos. Estoy re orgulloso de ellos. Jaja. Qué tarado. Pero posta. Son lo mejor que tengo a nivel físico. Uia. Mi vejiga de nuevo me recuerda las contraindicaciones de tomar tres litros o más de agua por día.

yoH

...aicnega al ed sevall sal rajed ed abaca em aleiraM euqrop ,odneibircse riuges a yov euq oerc Y .íbircse euq sasoc sal noc otnetnoc yotse yoH

Quiero gritar

A veces tengo ganas de gritar cosas.

No sé por qué.

Pero tengo ganas.

Lanzar máximas irrefutables al viento, sin importarme demasiado si a alguien le interesará escucharlas.

Menos que menos pretendo que alguien las adopte para su propia vida.

Principalmente porque son cosas súper personales que a nadie le interesan.

O a la gente a la que le interesan, no es necesario gritárselas.

Pero de todas formas, algo en mí me invita a gritarlas.

Entonces me planteo gritar por la ventana “Me embola mucho afeitarme”.

A veces voy caminando y me imagino gritando “Hoy me aburrí de mí”.

En casa mismo, estoy acostado y simulo gritar “Quiero apoyar mi cabeza en el huesito de la cadera de esa mujer y dormir”.

Ponele que voy en el ómnibus y podría gritar “Amo cantar”.

Sino, ir a la rambla de Mercedes y gritar “Soy feliz”.

En un ascensor algún día tal vez grite “Sí. Ya sé. Tengo las cejas unidas. Pero no me las voy a depilar”.

Gritarme a mí mismo “Estoy podrido que seas un idiota”.

Sea donde sea, me gustaría gritar “Hago feliz a la mujer que amo”.

Tal vez un grito sería “Me quiero dejar el pelo largo, pero igual creo que corto me queda mejor”.

Gritar ahora de noche cuando esté caminando hacia mi casa “Estoy contento de ser un buen tipo”.

No sé.

Miles de cosas más.

Gritarlas.

Así que ya saben.

Si alguna vez escuchan a un tipo gritar estas cosas, tal vez sea yo luego de haberme gritado “Gritá lo que tengas ganas de gritar”.

Vida del orto... ¿qué te cuesta una sonrisita de morondanga?

¿Es mucho pedir? ¿Eh? En serio te lo pregunto. ¿Es mucho pedir una sonrisa? Una sonrisita de morondanga. ¿Te cuesta tanto? A mí. Sí. A Luigi.

Es simplemente estar atenta a cuando esté pendiente de ti y entregarme una sonrisa. Nada más. Porque convengamos que no siempre espero cosas de vos. Bien que me las sé valer por mí mismo. ¿Eh? Admitilo. ¡Puta! Admití que yo hago cosas para ser feliz y que no siempre espero cosas de vos. Pero no. La señorita se pone quisquillosa con sus sonrisas cuando se las pido una vez cada tanto.

La vida me sonríe... ¡¡Las pelotas!! ¿Dónde carajo está la cola? ¿Cuándo me toca? Ahhh ¿Había que sacar número? Andá a cagar. Ponele que no hace tanto tiempo que no me sonreís, ¿no? Porque tampoco la pavada. Me has sonreído. Pero no seas injusta. Me has sonreído re poco en la vida.

¿Sabés qué es lo peor? La primera vez que me sonreíste pensé que era la mejor sonrisa que podía obtener de la vida. Luego, no me sonreíste por un tiempito, y cuando volviste a sonreir, ¡¡¡upi!!!, era una sonrisa muchísimo mejor que la primera. Muchísimo más plena. Más pacificadora. Más todo. Y así cada vez. Pero ahora...

Creo que ahí radica mi malestar: hoy por hoy me mostrás tu sonrisa como por fotos. ¿Captás la idea de lo que te quiero transmitir? Me decís: Mirá. Mi sonrisa es así. ¿La ves? Es la mejor sonrisa de todas. Y esta es la definitiva. No la mejoraré. Pero no me la das. Simplemente me la mostrás. Me estás haciendo desear. Y eso puede estar bueno, porque me hace sentir que realmente es lo que quiero. Lo que está por detrás de esa sonrisa es lo que más me interesa en la vida, y por eso esperaría tranquilo a que me sonrías. Pero realmente siento que nunca me darás esa sonrisa. Cada vez siento más alejado eso. Por el contrario, siento que continuamente se va dirigiendo hacia un lado equivocado. Entonces soy muy pero muy infeliz. La puta que te parió.

¿Por qué carajo hacés eso conmigo? Yo no te hice nada malo. Al contrario. Soy re agradecido. Los dos sabemos que generalmente yo no te hago estos planteos, sino que siempre es algo como muchísimo más personal, y sin fijarme tanto en como tratás a los demás. Pero no seas mala... Le andás sonriendo a cada hijo de puta... A cada culo roto... Terribles sonrisas... ¿Y a Luigi?

Cada tecla que pulso me convence más de que tengo razón. Si hay otra cosa que los dos sabemos es que no soy para nada egoísta. Cada una de las escasas veces que me has sonreído, yo la he compartido a esa sonrisa. La he potenciado salado. Yo tengo la bendición, que seguramente vos me la diste, de hacerle bien a la gente que me hace bien. Eso no es autobombo ni nada parecido. Vos sabés que no soy así. Entonces, dame esa sonrisita. Sí. Esa que me mostrás. La mejor de todas las sonrisas, que sin embargo, es una sonrisa de morondanga.

Este Día de la Madre, regale un yerno

Se viene el Día de la Madre y eso es complicado para todos los hijos. Se supone que uno sabe lo que le gusta a su madre, pero muchas veces no es así. Entonces no sabemos cuál es el regalo que nuestras madres están esperando. Yo, por ejemplo, no sé qué está esperando mi madre. Pero sé lo que está esperando la tuya. Es por ello que comencé una campaña denominada LUIS GIOIA ES UN BUEN YERNO PARA TU MAMÁ.
Sí, joven muchacha que lees esto. Luis Gioia es el yerno que toda madre quisiera y debería tener. ¿Debo hablarte sobre él acaso? ¿Es necesario que haga una descripción detallada de todas las ventajas que tiene llevarse un Luis Gioia como yerno de tu madre? Sabés que no. Entonces, ¿qué estás esperando para darle esa alegría a tu madre? ¿Eh? No te pido que lo hagas por mí, sino que lo hagas por ella. Ella te dio la vida. Vos, en tu rol de hija, dale el yerno que se merece. Y ese no es otro que Luis Gioia. No esperes más. Es una oportunidad única que no se volverá a repetir.

Análisis pormenorizado de mis gustos por las féminas - Parte 1

Sí. Yo que sé... Me propuse hacer un análisis acerca de las mujeres que me han gustado a lo largo de mi carrera como hombre (jaja. me divierte verlo como una carrera a esto de ser hombre... tal vez en otro momento ahonde sobre el tema). Bueno. Sinceramente, no sé que sacaré de limpio de esto. Pero tá. Me divirtió. Dicen que uno aprende de sus errores. Trataré de identificarlos, así como también hurgaré para encontrar aciertos. Es terrible pelotudez lo que digo, porque por más que tenga una lista de aciertos y errores, no sacaré ningún aprendizaje de allí. O sea: nunca controlé las cosas que me gustan en una mujer. Y estoy seguro que nunca lo controlaré. Pero en fin. Dale que va...

Hoy analizaré edades e iniciales. Arranco por las EDADES:

Dos años y cuatro meses menor. Tres meses y 16 días menor. Un año y poco menor. Y así... Mirá!! Siempre me han gustado mujeres más chicas que yo. Es raro. ¿Por qué será? ¿A qué se deberá? ¿Importa? ¿Para qué carajo estoy analizando mis gustos si no me detengo en estas apreciaciones? (¿Te enojaste con vos mismo?) ¿Seguimos? Siempre me han gustado mujeres más chicas que yo. Punto. Nada más. Estas mujeres, igualmente, siempre han resultado, o al menos parecido, más maduras que yo. Tampoco es mucho decir, ¿no? Pero es verdad. Me las busco (jaja... me las busco...) más jóvenes pero más maduras. Ha de ser para demostrarme que debo madurar. Se llama catarsis. Proyectar en la otra persona lo que uno desea en si mismo. (¿Se llama catarsis?) Es como que admiro en las mujeres que me gustan eso de ser más maduras que yo. Pero esperá. Al final, creo que eso medio que me aburre. Claro. Porque como yo no maduro, no soy compatible con su madurez prematura. Jaja. Qué tarado. Es al revés. Las que se aburren son ellas... En los casos en los que he concretado algo... Las otras son más vivas y ni siquiera se les cruza por la cabeza que pase algo con ellas. Maduras e inteligentes. Me encanta! Pero me fui de la edad. En otro “Análisis pormenorizado de mis gustos por las féminas” analizaré mentalidades. Ahora seguiré con las edades.

Siempre me han gustado mujeres más chicas que yo. Sin embargo, mi primer relación relativamente seria, la tuve con una mina que era mayor que yo. Año y poquito mayor que yo. Pah! Qué loco! Fue la única mina mayor que me gustó. ¿Será eso alguna clave de algo? Mmmmm. No creo. ¿Pero mirá si tiene algo que ver con algo? Una onda: el fracaso de esa primer relación me ha llevado a buscar el amparo en mujeres de menor edad, para evitar repetir similares experiencias. Jaja. Estoy loco. Analicemos las INICIALES mejor...

Aclaro que no listaré por orden alfabético ni por orden de aparición. ¿Sabés qué? Mejor, ni siquiera listaré. Bah. Listaré mentalmente, pero no dejaré evidencia escrita en este post. Veamos... No me han gustado nunca mujeres cuyos nombres comiencen con vocales. Jeje. Buenísimo. En serio. Es buenísimo. Después, sólo una de ellas coincidió con mi inicial. (Che... Medio embole esto de analizar las iniciales... Un par de cositas más y vamos terminando, ¿dale?) Una cosa que está buena y que sirve para la estadística es que me gustan de la segunda mitad del abecedario más que de la primera. Muchísimo más. Sólo un par son de la primera mitad. Y además, ambas son de la misma letra. ¿Qué mas con las iniciales? Bueno. Justamente eso: hay iniciales que se repiten. Salado. Las iniciales de las mujeres que me han gustado son re pocas. Y hay una que se repite mucho. Mmmmmmm. ¿Querrá decir algo? Jaja. Qué tarado. Se suponía que este análisis serviría para dilucidar ese tipo de cosas. Pero tá. Veo que sirve para enumerar más que para analizar. Debería haberlo titulado Enumeración pormenorizada de mis gustos por las féminas - Parte 1.

Bien

Estoy bien. Estoy contento. Siento que no tengo motivos para estar bien. No debería estar bien. Pero tá. No me estoy haciendo mala sangre por las cosas que en otros momentos me llevarían a estar mal. Y esas cosas son muchas. Casi que la mayoría. Pero no importa. Estoy bien. Y eso está bueno. Es más. Eso de poder no hacerme tanta mala sangre me hace estar bien.

Me estoy dominando a mí mismo. No estoy cambiando tanto de estados de ánimo como antes. Y eso está súper bueno. La cagada cuando será cuando haga un posteo titulado “Mal”. Porque para volver a estar bien seguramente estaré un buen rato. Pero bueno. Hoy por hoy esto se titula “Bien”.

Estoy experimentando cosas que nunca en mi vida había experimentado. Cosas de mierda. Pero la alegría de estar atravesando algo por primera vez está bueno. Es como que siento que estoy aprendiendo nuevas cosas de la vida. Me alegra bajarme de mi ego y darme cuenta que soy un pendejo de mierda que no sabe nada de la vida. Que viví miles de cosas, pero no todas. Que tengo miles de cosas por vivir que van a estar muchísimo mejor que las vividas. Me alegra haberme convencido de una vez por todas que cuanto menos espere de esas cosas, van a estar mejor. Me estoy dejando sorprender. Y aunque me lleve sorpresas feas, el hecho de no habérmelas esperado me gusta. Es raro. Pero tá. No me importa. Me di cuenta que no controlo mi vida. Me controlo yo, y trato de controlar cómo actuar frente a las cosas que me depare la vida. Pero cuando me pasen. No a priori.

Mi vida siempre fue como súper matemática. 1 + 1 siempre era 2. Y guarda con mi depresión si llegaba a dar 3. Un bajón anímico de aquellos. Y para peor, generalmente daba 3. O daba 1,8. Pero yo seguía con mi estúpida idea de que tenía que dar 2. Las cosas que he vivido me han demostrado que nada de lo que yo pensaba que daba 2, ha dado 2. Entonces estaba mal. Muy mal. Pero ahora estoy bien. Y el estar bien me permite disfrutar de cosas distintas. Cosas que en mi planteo matemático de la vida no entraban.

Esa linda sensación de hacer algo por primera vez está siendo muy frecuente. Estoy caminando mucho. Camino por calles que nunca en mi vida había caminado. Y me encanta. Me encanta darme cuenta. Me encanta sorprenderme con eso. Me encanta colgarme a pensar si en verdad nunca había caminado por allí. Me fascina eso. Con las palabras me pasa lo mismo. Hoy escribí por primera vez en mi vida “arrorro”. Y me encantó. Bueno. Me pasó lo mismo con “grageas”... Tanto, que decidí titular este blog con esa palabra. Ahora por ejemplo se llamaría “Arrorro para todos”. Pero tá. Me embola un cacho cambiar una marca tan institucionalizada y reconocida por mi público (ja! que tarado). Me perdí.

Ahhhh. Las cosas que hago por primera vez. Las cosas que me pasan por primera vez. Las cosas que siento por primera vez. Es buenísimo. Más allá que las calles por las que camino, y a la hora por las que camino por ellas, hagan que me cague hasta las patas, me hacen sentir bien. Más allá que las cosas que me están pasando me hacen sentir como la gran mierda, me hacen sentir bien. Más allá que las cosas que estoy sintiendo son increíbles e irremplazables, me hacen sentir bien. Estoy bien.

Soy Luigi. Estoy tratando de ser Luigi. Y tá. Estoy siendo lo que quiero ser. Hay un pequeño detalle que es que lo que quiero ser, no está tan bueno. Pero tá. Me jodo. Me domino, y no me pongo mal por ello.

Mentira!! Mierda!! Ahora medio que me puse mal... Chau!!

Divertite sola entonces

La gente nunca me decía “Che, qué bueno está ese buzo”. O “Me gusta esa remera”. Ni hablar de un “Qué bien te queda ese pantalón”. Pero de un tiempo a esta parte, no sé bien por qué, me empezó a pasar eso. Entonces debí acostumbrarme a responder esas apreciaciones. Para saber qué era lo correcto, empecé a elogiar la ropa de los demás. ¿Y con qué me encontré? Con que la gente te responde “A las órdenes”. ¿Entonces que empecé a hacer? A cada frase positiva sobre mí, respondo “A las órdenes”. El sábado salí a bailar y me encontré con una conocida de mis años en Mercedes. Medio que no confirmábamos que nos conocíamos, hasta que sí. El tiempo cambia a las personas. Pero tá. Ese no es el punto. Cuando me di cuenta que era, me copé. Hacía tiempo que no la veía, y había miles de cosas por contarnos. Entonces viene, me saluda. Yo la recibo, la saludo. Que pim, que pam y ella que me dice “Che! Estás re bien... Re flaco”, a lo que yo le respondo “A las órdenes”. No sé. Me miró súper raro y se fue a la mierda.

El secreto del dentista

Un bajón. Todo lo que me copaba de los distintos aparatejos que usaba el dentista, se fue a la mierda. De chico me re colgaba pensar cómo funcionaba todo. Para qué servía esto. Para qué servía aquello. Cómo hacía el dentista para prender el torno si no tenía botón alguno. Ese coso que tiraba agua y aire... Increíble. La luz que tenías de frente pero no te encandilaba. Ese espejito... El cañito chupa saliva. El olor de la pasta. La sensación de la anestesia. Todo era un mundo intrigante para mí. Pero ya no. Perdió toda la magia. Ya sé cómo son las cosas. Algunas me di cuenta solo. Otras, la dentista a la que voy ahora me las enseño. Una mierda. Me acabo de dar cuenta que la vida es como una visita prolongada al dentista.

Hoy me mojé

Sí. Como un gil. Pero media pila. Cuando salí no llovía. Igual estuvo bueno. Lo que más me gusta de mojarme es cómo me queda el pelo mojado... Mismo que adquiere cierto movimiento y todo. Es buenísimo. Tendré que empezar a usar uno de esos productos que te da efecto mojado al pelo. Qué raro. Me acuerdo que antes no me gustaba tener el pelo mojado. Igual nunca llegué a usar secador. Jaja. Mentira. Una vez me hice un brushing casero. O algo de eso. Me pasaba el secador y con un cepillo me peinaba y me peinaba, con la estúpida esperanza que me quedara el pelo lacio. Cualquiera. Lo que hacía para no tener el pelo mojado era bañarme y salir a dar una vuelta en la moto. Cualquiera también. Era un peligro resfriarse. Atchuu! Mierda. Creo que me estoy resfriando. Atchuuuuuuu! Mierda. Hoy me mojé.

Hace tiempo que no ando en bicicleta

Es cierto. Hace tiempo no ando en bicicleta. Posta. ¿Cuánto hace? Yo que sé. Hace mucho tiempo. ¿Sabré andar cuando me suba de nuevo a una? Es más. ¿Me volveré a subir a una? ¿Lograré vencer el miedo de no saber si podré andar? ¿Le tendré que poner rueditas y arrancar de cero como aquella vez? Qué dilema. Ahora quiero enfrentarme a una bicicleta. Quiero sentir el placer de la victoria. Poder bajarme de ella después de dar unos pedalazos y gritarle “Tomá! Puta! Pude!” Bicicleta del orto... Seguramente te tenga enfrente y no me anime a subirme.

Escritura a rolete

A ver... Mente: te libero. Esto va también para ustedes, dedos. Escriban.
Ojos: no censuren. No sean cortamambos. Dejen ser. Arranquemos...

Mi vida hoy por hoy

Resulta que me planteé volver a ser “luigi”. Si bien no tenía del todo clara la diferencia entre lo que soy ahora y ese “luigi” al que hago referencia, sé que quiero volver a ser “luigi”. Hagamos un repaso histórico para descubrir las diferencias: Yo supe ser “Luisito” de chico. Como a mi viejo también le decían “Luisito”, hubo un tiempo que fui “Luis Eduardo”. A decir verdad, creo que sigo siendo ese “Luisito / Luis Eduardo”. Al menos, me gusta creer que así es. “Luisito / Luis Eduardo” es un niño con una mirada que lo dice todo. Le gustan las cosas chicas, onda los detalles de la vida. Le podés dar un terrible camión para que juegue, y el tipo prefiere unas piedritas. “Luisito / Luis Eduardo” fui toda mi niñez hasta la escuela. En la época del liceo fui “Gioia”, o bueno, “Yoia, Jiolla y/o Jioia”. En Mercedes todos dicen mi apellido de cualquier forma. Hasta mi madre, cuando dice Stella Maris Barrios de ..., lo dice de distintas maneras cada vez. Como sea, ese “Gioia” ya medio que se separó del “Luisito / Luis Eduardo”. Me jugué un rebelde que ni yo me creía. Era re loco. Jajaja. Cualquiera. Lo que estuvo bueno fue que me independicé, pero no sólo de mis viejos. Casi que se puede decir que me independicé del mundo. Me cagué en el mundo mejor dicho. Capaz al extremo, pero está bueno mantener algo mínimo de eso, siempre y cuando sea para potenciarse uno. O sea: que el mundo te chupe un huevo cuando intente oponerse a tu voluntad. Y bla bla bla. Así fue hasta que pasé a ser “Nano”. Casi ocho años fui “Nano”. “Nano” era un buen tipo, más civilizado, menos arriesgado, pero que la iba llevando. Por no estar mal, no intentaba estar bien. Estaba en neutro. Era como insulso “Nano”. Igual soy injusto. Unos siete años fui extremadamente feliz siendo “Nano”. Además, ya estaba en facultad, y más que eso, viviendo en Montevideo sin mis viejos. Podía haber vuelto a ser “Luisito”, pero por suerte mi abuela me sigue diciendo “Luis Eduardo”. ¿En donde me quedé? Ahhh. Cierto. Era “Nano”. Y después de un tiempito, pasé a ser “luigi”. (No sé bien que significa, pero por primera vez, pasé a ser un nombre en minúscula.) El “luigi” este fue mí yo más feliz, más pleno, más divertido, más sensible, más abierto, más todo. Era un mix de lo que a mi entender, era lo mejor de cada uno de los que había sido. Eso me duró un par de meses. Estuvieron bárbaros esos meses... (Está bueno recordarme que más allá que estos cambios están asociados temporalmente a mujeres, no tienen tanta relación directa. O sí. Jaja. Yo que sé. No importa.) Vuelvo al principio: ahora soy otra cosa. No sé bien qué soy. Pero no soy “luigi”. No siento que sea “luigi”. Creo que hubo una etapa en la que fui “Nano” de nuevo, y cuando me di cuenta, fue que me planteé volver a ser “luigi”. “Nano” es conformista. “luigi” no. “luigi” busca la felicidad a toda costa. Y ahí es la parte complicada. Ser “luigi” ahora es un tanto complicado. Si logro volver a ser “luigi”, debería hacer algo que sería una mierda. O no. Tampoco es tan dramático. Pero como sea, seguramente estaría complicado de vivirlo. Entonces no soy “luigi”. Soy un “Nano” que quiere dejar de serlo, pero que no le dan los huevos. Soy un “Luisito / Luis Eduardo” que no se da cuenta de las cosas. Soy un “Gioia” al que no le importa estar bien. En definitiva, soy siempre el mismo tarado, con la única diferencia que una vez encontró la felicidad. Y ese haber encontrado la felicidad me rompió todos los esquemas, porque ahora sé que es posible ser feliz. El tema es que hoy por hoy, mi felicidad se centra en algo en lo que no está del todo bueno que se centre. Así que tal vez siga siendo “Nano” hasta que se me pase...

¿¡¿Por qué?!?

Todo es raro. No lo entiendo. O al menos no me convendría entenderlo. Aunque en verdad lo entiendo perfectamente, me sirve no entenderlo. Bah. Hacer de cuenta que no lo entiendo. Es mejor así. Me hago el sota y espero a que se me pase. Otra cosa no puedo hacer. Mejor dicho: otra cosa no debo hacer. Sin duda que lo mejor es esperar a que se me pase. A veeeer. ¿Ya se me pasó? No. ¿Ahora? No. Mierda!! Se me va a complicar. No sirvo para engañarme. Más que pretender no entender lo que me pasa, debería lograr que no me pase lo que me pasa. Pero tá. Me pasa. Mierda. Salgo de una para meterme en otra, para meterme en otra y para meterme en otra...