Tengo perchas nuevas

Puede resultar un dato intrascendente para todo el mundo. Es más: seguramente lo sea. Pero no me importa. Me compré perchas y están buenas. Y eso significa mucho para mí. Son 16. 6 rojas y 10 amarillas. Pero amarillas medio tirando a verde. Están buenas mismo. Tienen para colgar corbatas y unas cositas para colgar los pantalones de las presillas. Yo, igual, a los pantalones los doblo a la mitad y los cuelgo del medio. Y muchas corbatas que digamos no tengo... Pero tá. Está bueno que tengan eso. Lo que está bueno es tener perchas nuevas. Es una de las 23 mejores cosas que te pueden pasar. Ahora si que estoy en condiciones de decir que la vida me sonríe. Yupi. ¡Vida del orto! ¡Por suerte me estás sonriendo! Ya era hora, ¿no?

Nunca olvido una cara

No hay nada que me embole más* que ver a alguien en la calle y saber que lo conozco de algún lado, pero no recordar de dónde.


*ok, tal vez exagero un poquito con esta afirmación

¿Y Luigi?

Yo qué sé... Se fue. Algún día volverá... Viste cómo es él... Le da la chiripiorca y se va a la mierda, pero después vuelve, siempre vuelve, con la cola entre las patas. Yo no sé para qué carajo se va... Que se acostumbre. Su vida va a ser así. Y tendría que darse cuenta que está buenísimo que así sea. Es un tarado... El loco medio que predica eso de que pasarla mal te sirve para disfrutar mucho más cuando estás bien... Pero ni bola le da... Además... ¿De qué carajo se queja? ¡¡Media pila!! ¿Sabes qué? Que por mí, ni vuelva...

Buscando respuestas en el diccionario

Desmotivación: Falta de motivación o estímulo

Motivación: Acción de motivar / Motivo o conjunto de motivos

Estímulo: Cosa que estimula / Agente capaz de estimular

Estimular: Hacer que [alguien] tenga deseos de actuar, o de hacerlo más deprisa o mejor

Motivos: Causa [de una acción o de una actitud]

Motivar: Despertar el interés o el deseo de actividad [de alguien]

Causa: Cosa que es principio de un ser e influye sobre él, y de la cual este depende existencialmente / Persona o cosa que hace que [algo] ocurra o pase a existir

Cosa: Designa cualquier objeto existente de cualquier orden que sea, material o inmaterial, animado o inanimado

Alguien: Designa una persona cuya identidad es desconocida o cuya existencia es hipotética para la persona que habla, o ambas cosas a la vez


Creo que apenas llego a ser alguien. Y para peor, alguien desmotivado.

Qué buena banda Pequeña Orquesta Reincidentes

Para muestra, algunas geniales frases de sus geniales canciones:

“sólo mis huesos me hacen creer que estoy de pie”

“¿qué idioma es? ¿qué ruido hablás?”

“pieza difícil para mí. parece que hoy no es el día en que fluyen las cosas entre mis manos y mi respiración”

“pieza difícil para mi. de frases largas ¿para qué intentar en vano tararearla? si mi inspiración jamás te traerá”

“¿por qué no puedo olvidar tu risa? me persigue torturando en sueños como maldición. hoy que no estás aquí estás más que nunca”

“¡de ilusión también se vive! ¡siempre un brindis más! ¡siempre la copa próxima es la mejor!”

“volver a casa y es el viento. pega en la cara y parece que nos están usando el alma”

“vi pasar el día por la ventana”

“miro el reloj. vuelve tu nombre. cierro los ojos y estás otra vez”

“ahora quiero mi espalda contra la pared y ver lo que ven tus ojos”

“si cuando yo me muera lo he de hacer por ti ¿entonces quién se muere, quién se morirá por mí?”

Esto que estás leyendo ya no soy yo

Es raro, pero es así. Todo esto que estoy escribiendo y que se puede leer ahora y se podrá leer dentro de mucho tiempo, es un reflejo de mi persona ahora. Pero dentro de un tiempo, quizás esté totalmente alejado de mí.

Sí. Lo sé. Es cualquierita. Nada. Estaba escuchando Drexler mientras escribía...

No! Al doctor no!

De chico me enfermaba bastante. Problemas pulmonares eran los más comunes. Dolores musculares, principalmente de espalda. Continuo sangrado de nariz. Lesiones varias provocadas por arriesgadas acrobacias en la bicicleta. Y así dale que va. Bah. Como todo niño, creo. La cosa relevante de esta historia era mi permanente negativa a ver un doctor, usar curitas o tomar una medicina.

Sí. Siempre pensaba que nada iba a solucionar mi malestar, y que era al pedo intentar sanar. Las cosas tienen un proceso natural, y el cuerpo es sabio en esas cosas. Entonces tá. Si tenía que pasarla mal, para después pasarla bien, que así fuera. No intentaba adelantar el proceso.

Está bueno. Parece que mucho no cambié en esta veintena de años. Sigo pasándola mal, pero ya no tanto a nivel físico. E intento bancármela de la misma forma. Con la misma premisa que de chico. No hay doctor, ni curita, ni medicamento que solucione mi dolor. No cambié en ese sentido. Hasta ahora.

Muletillas

Ok... Son muletillas sonoras... Pero bueno... Quería dejar una evidencia por escrito lo más aproximada a nivel onomatopéyico al menos. Esto es lo que digo, hoy por hoy, a cada rato:

es bueniiisssimo

ooooooooook

me mueeeero

lalala

leru leru

yupi

y tá

taraaan

jelooou

mmnnoo

lleeveee

Si algo me enseñó la vida...

... es que los hombres entre hombres, son payasos por naturaleza. Entre mujeres, lo son por necesidad.

Los peligros del Jeringoso

La risa, por ejemplo, es complicada: japajapajapa

Hoy no es hoy

¿Hay algo que enseñe más que el fútbol? ¿Hay algo que te de una renovadora visión del mundo constantemente como el amo y señor de todos los deportes? No. Y lo comprobé hoy. Paso a contarte. Aunque primero te pongo en contexto, ¿te parece? Me encantó la idea de que tu cumpleaños no fuera el día que toda la vida lo festejaste. Salado. Me encantó. Es rara la vida. Pero entre todas las cosas raras que hay en ella, lo de los días es muy raro.

Ahora sí pasó a contarte. Ya lo sabía. Pero como pasa a menudo, hay cosas que sabés pero no te detenés a analizarlas hasta determinado momento.

Hoy de tarde estaba escuchando 13 a 0, y hablaban de tener un contacto telefónico con un corresponsal que estaba en Australia. Y que pin, que pan, en una agarran y dicen: Allá en Australia es mañana. Salado. ¿¡¿Entendés?!? Allá es lunes. Y acá, domingo. Es loquísimo eso. Creo que Julio Verne ya lo exploró en La vuelta al mundo en 80 días. Y a decir verdad, no sé si se dio cuenta por jugar al fútbol. No sé. Otro día hablamos sobre él. Hoy no quiero hablar de los Verne. Quiero hablar de los Díaz. De Bruno. De Cameron. De Raquel -una vecina que tenía en Mercedes, que no sé si era Díaz, pero no sabés lo buena que estaba-.

Vuelvo: Acá es un día, y en otro lado del mundo, puede que sea otro. O sea: técnicamente, tu cumpleaños en Australia, seguramente sea al otro día que el que lo es acá. Pensalo. Puede que esa sea la explicación a tu apatía frente a tu cumpleaños. ¿No? Bueno. Tal vez no. Perdón. Quería escribir algo que tuviera que ver con lo que escribiste vos. Y al final no hablé ni de las enseñanzas del fútbol, ni de Batman, ni de Raquel...

¿Sabés qué? Feliz cumpleaños. Y no te pongo Feliz cumpleaños atrasado, porque uno nunca sabe...

Maldito Cow Boy

Me subo al ómnibus hoy, no? Y tuve que tomar una elección súper difícil. (¿Te conté acerca de lo mal que me pone tener que tomar decisiones? Bueno... Por las dudas, te cuento ahora después) Me pone mal tener que tomar decisiones. (Listo... Qué alivio...) Tuve que decidir en cuál lugar sentarme. ¿Por qué los ómnibus no vienen con solo un par de lugares libres? O vienen llenos, o vienen vacíos. Una mierda.

Entonces empecé a caminar, porque para peor, uno no tiene la libertad de pararse en el pasillo y analizar una a una las opciones, porque atrás viene gente. Siempre. O si no, el guarda arranca con el “al fondo que hay lugar”. Sí. Ya sé que al fondo hay lugar. Pero adelante también. Es más. Hay lugares libres por todos lados en tu ómnibus de porquería. ¡¡Y yo tengo que elegir!! ¡¡Dejame en paz!! ¿!¿Qué no entendés?!? ¡¡Ayudame!! Decime dónde me siento...

Pero no. Hay decisiones que las tiene que tomar uno mismo. Carajo. Y yo decidí. Y obviamente, mal. Me senté en los de atrás -en esos en los que vas de costado-. En sí, es un buen lugar. Es lindo ir viendo siempre para afuera. Bueno. A mí me gusta. O bueno. Tengo eso de querer ver el lado positivo a mis decisiones. La cosa es que voy, tranqui, pensando en (¿esto debería ponerlo entre paréntesis? No... Ya he hecho referencia a lo que pienso y no puse paréntesis. Cuando pienso mientras escribo es que debo ponerlos). Mierda. Por pensar me olvidé de lo que iba pensando en ese momento. No importa.

La cosa es que empiezo a escuchar un chic, chic. ¿Me explico? ¿Ubicás ese ruidito? ¡¡El chic chic de un cortauñas!! Yo no lo podía creer. La gente no toma mate en un ómnibus. La gente no saliva en un ómnibus. La gente no habla con el chofer en el ómnibus. Bah. ¿Alguien me explica qué carajo pretenden esas minas que se quedan paradas atrás del chofer, comiéndoles la oreja? Bueno. No importa.

Vuelvo a lo anterior. Había un tipo cortándose las uñas en el ómnibus. ¡¡Vamo´ arriba!! Pero para peor, lo venía haciendo parado, al final del ómnibus. Mierda. Ya no tenía las mismas opciones del principio para cambiar de lugar. Además, me gusta conservar mis decisiones e ir para delante con ellas. Entonces me quedé ahí, ya sin mirar tanto hacia fuera, sino que mirando al tipo, procurando que mis reflejos tuvieran el tiempo suficiente para esquivar una uña voladora. Porque convengamos que si hay algo independiente de nosotros en nuestro cuerpo, son las uñas. Saltan para donde quieran... Siempre. Por más prolijo que sea uno... Un embole. Por eso no me cae mal la gente que se corta las uñas con los dientes. Les quedan para el orto, pero uno con la boca puede dirigirlas mejor hacia donde quiere, y no molesta a nadie que venga sentado enfrente.

Esperá. Sé que esto tenía algo que ver con vos. Mierda. ¿Qué era? Ahh. Ya sé. Te gusta tocar la guitarra, así que capaz te ves tentado a dejarte las uñas largas. Lo que te voy a pedir -marcándote un error por adelantado- es que cuando ya no te guste tocar la guitarra y te quieras cortar las uñas, no lo hagas en un ómnibus. Pero bueno. Tampoco lo hagas comiéndolas. Es un peligro. En una pared del estómago, se te pegan las uñas con los chicles que te comiste de chico, y está todo mal. Todo mal, mal.

Me gustaría decírtelo por experiencia, que siempre da como un mayor valor al consejo. Una onda: “Te lo digo porque a mí me pasó”. Pero no. Yo nunca me comí un chicle de chico. Siempre se me pegaban en el pelo mientras dormía o en la jeta mientras aprendía a hacer globos, pero nunca en el estómago.

Fin. Abrupto. Pero fin al fin.

Panza llena, corazón contento

Hacía un gran tiempo que no me “partía” la boca como acabo de hacer. Tenía la opción de cocinarme una rica pasta, pero: Upa, mirá lo que encontré mientras buscaba el encendedor para prender la hornalla. Restaurante Las Tunas! Ja! Buenísimo. A ver que tienen... Pah! Milanesa napolitana!! Sí. A vos misma. ¿Llamo o voy a buscarla? Malditas decisiones. (Igual, lo solucioné rápido.) Fui. Qué buena esa espera, imaginándote que rica que va a estar. Qué bueno! Y no me decepcionó. Para nada. En un momento, más o menos por la mitad de la milanesa y sus correspondientes papas fritas, me pregunté: ¿dejo por acá y guardo para mañana? Minga! La decisión más rápida que he tomado en los últimos tiempos, y la que más mal me ha hecho.

Estoy hecho mierda. Mal. Destruido. Ojo. Estaba exquisita. Pero estaba... mucha. Por Dios. Exagerada. Bien por Las Tunas. Pero mal por mi inexperiencia y mi mala toma de decisiones.

Ahí me acordé de este popular dicho, que después me puse a analizarlo y entré e a dudar si realmente existía: Panza llena, corazón contento. Supongamos que existe y sigamos con lo que iba. No estoy muy contento ahora, y la panza está a más no poder.

Entonces: ¿para qué carajo sirven los dichos si no reflejan una verdad de la vida? Son peligrosos. ¿Cuánta gente basa su vida, sus acciones, decisiones y actitudes en las frases hechas? Es peligroso. Señor, usted que está leyendo esto de rebote porque estaba buscando una página donde hablaran del verdadero origen de la salsa golf, no confíe en los dichos. Como todos sabemos, son anónimos. Y eso no está bien. Por algo los autores no dan la cara. Vamos!! Usted lo sabe. Así que deseche todo lo que sepa de la vida a través de dichos, frases hechas y demás. Lamento informarle tan secamente esto, pero la vida es más que eso. Ninguna de las cosas que les puedan decir, sirven o se aplican a cada instancia de la vida...

Uia. Perdón. No puedo seguir. Además de bajarme la napolitana entera, me bajé un litro de cerveza.

Jodete!

Habitualmente me sucede que en el ómnibus es donde me pasan las cosas que más me dejan pensando. Éste, y no el tema económico, es el motivo por el cual no me he comprado un auto. Mi vida se vaciaría rápidamente si no me tomara el 187, el 76, el 329, el 546, el 526, el 199, el 191 o el 117. Perdón, en serio, perdón a todos los conductores, guardas y pasajeros de las líneas que alguna vez me pude haber tomado y que en esta reseña no recuerdo. Saben que a pesar de no nombrarlos, están en mi corazón, y estuvieron mucho tiempo en mi mente. Vivo con y por ustedes. No lo olviden nunca.

Ahora sí. Esto fue hace una semana. Me tomé el 76 a la altura de 21 de setiembre y Ellauri. Yo iba hasta Garibaldi y Requena. Por si nunca se han tomado el 76, desde mediados de año empezó a dar una vuelta rara a la altura de 8 de octubre. Un embole. Para mí al menos. Seguro que para los vecinos de la zona no. Pero tá. Si les interesa la opinión de ellos sobre el nuevo recorrido del 76, diríjanse a sus respectivos blogs, y no esperen en éste ese tipo de información. ¿Ok? No jodan. Mierda. Al final, con sus reclamos, me hacen perder. Retomaré lo que venía diciendo:

Ahora sí. Esto fue hace una semana. Me tomé el 76 a la altura de 21 de setiembre y Ellauri. Yo iba hasta Garibaldi y Requena. Por si nunca se han tomado el 76, desde mediados de año empezó a dar una vuelta rara a la altura de 8 de octubre. Un embole. Mucho más largo mi camino a casa. Pero bueno. Eso no me impidió que decidiera viajar parado. Había lugar en el fondo, en la esquinita, y hacia allí fui. Y empecé a observar.

Una oferta de asientos libres invitaba a los nuevos tripulantes a posar sus pompas en ellos. Y eso es todo un tema. Los asientos estaban libres, pero todos venían con un combo especial que incluía un desconocido sentado al lado. Algunos de estos pasajeros que se subieron un par de paradas antes de los que se inician en el viaje, hábilmente se sientan del lado del pasillo, como diciendo “acá no te vengas a sentar”. Otros, ponen sus bolsos, mochilas o hasta prendas en el asiento de al lado, diciendo lo mismo que los otros: “acá no te vengas a sentar”.

Pero bueno. Algunos pierden. Algunos deben aceptar la derrota, acomodarse y dejar pasar hacia el asiento de la ventanilla al nuevo integrante de esta familia tan linda que viaja en ómnibus diariamente. Y está bien que así sea. Mierda. Jódanse. “Yo vengo cansado también” debería decirle la gente. “Yo también tengo derecho a sentarme” deberían decirle otros –no le van a decir lo mismo todos...- Y me embola la actitud que toman.

Bah. Que tomaron en el viaje al que hago referencia. Sí. Me refiero a vos. Sí. Ese de lentes y bigotes. ¿A vos te gustaría que te hicieran lo mismo? No podés pararte, dejando abandonado a quien decidió sentarse contigo e ir en busca del primer asiento libre que quedó. ¿Y sabés qué? Jodete. Te lo tenés merecido. Es más. Cuando subió ese tipo, yo me puse a pensar: Ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él. Y pasó.

Este tipo de lentes y bigotes, que hizo sentir muy mal al muchacho cuando se paró y lo abandonó, se tenía merecido que su búsqueda por un lugar libre fuera frustrada a la próxima parada. Ja! ¿Te creías que todo el viaje iba a tener un asiento para vos solo? No no. Jodete. Es más. Si nadie se sentaba contigo luego de un rato, me iba a ir a sentar yo. Sólo para joderte. Porque te lo tenías merecido. Aunque fuera sólo por una parada, porque tá, en la otra me bajaba.

Y me bajé. Pensando en eso. Pensando en lo vacía que era mi vida ahora que no estaba sobre el ómnibus. Pero bueno. La vida sigue. Sé que mañana me tomaré otro ómnibus. Y sé que ese idiota de lentes y bigotes se tendrá que bancar la compañía de alguien que no le simpatiza, al menos, hasta que su vida se vacíe. Jodete!

Te morís...

Te juro que es así. Si te cuento con lo que soñé ayer, te morís. Pero no te lo voy a contar. O sea: no quiero que te mueras. Sí. Lo sé. Tarde o temprano, te vas a morir. Pero yo no quiero ser responsable de tu muerte. Me imagino en tu sepelio, muy concurrido por cierto, toda la gente preguntándose y comentando “de qué se murió”. Y no toleraré que digan que te moriste porque te conté con lo que soñé. Pero me muero de ganas de contarte. Y bueno... Como es obvio, yo tampoco quiero morirme. Sí. Lo sé. Tarde o temprano, me voy a morir. Pero yo no quiero ser responsable de mi muerte. Me imagino en mi sepelio, poco concurrido por cierto, toda la gente preguntándose y comentando “de qué se murió”. Y no toleraré (y no!! voy a estar muerto!! no toleraré ni muchas otras cosas) que digan que me morí porque no te conté con lo que soñé. Mierda. Vamos a morir!!!!!!!!

¿Me concede su risa?

Nada se compara con hacer reír a una mujer. En realidad, a decir verdad, hay muy pocas cosas que se puedan comparar con otras cosas. Inténtenlo y verán. A modo de ejemplo: ¿Hay algo que se compare con comer tortafritas con dulce de leche? No! ¿Hay algo que se compare con sacarse la pelusa del ombligo? No! ¿Hay algo que se compare con poder levantar algo del suelo con los dedos de los pies? No! Pero bueno: volvamos a lo anterior. No quiero irme del punto que quería abordar. Así que recapitulo: es buenísimo hacer reír a una mujer.

Lo he conseguido en algunas ocasiones, y es increíble. En esta etapa de mi vida, la sonrisa debe ser lo que más me atrae de una dama. Pasé por diversas etapas donde también me atraían principalmente los ojos. Sí! Obviamente que también prevalecieron en mis gustos los pechos y las pompis. Ahhh. Y también tuve una época donde lo que más me gustaba era el huesito de la cadera... Pah! Increíble ese huesito...

Todas esas cosas me siguen atrayendo (de más está decirlo). Pero hoy por hoy, lo que más me fijo en una mujer es su sonrisa. Y si soy yo quien la genero, ni te cuento... Ni hablar si consigo una efectividad tal que cada cosa que hago o digo logra robar una sonrisa... Pero también es un peligro, no? Eso puede transformarme en un idiota frente a los ojos de la dama en cuestión. ¿Y? ¿Cuál es? Soy un idiota aún frente a mis propios ojos. Pero soy un idiota que hace reír a una mujer. Y como dije al principio, nada se compara con eso.