No chequeé el L y R en los auriculares y casi me los pongo mal. Por suerte me di cuenta a tiempo...
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Viviendo al límite
Después de vacilar entre una película, una serie y un juego, me decidí por MasterChef Argentina. Si bien estoy suscrito a un canal de YouTube en el que siempre lo suben, de puro distraído busqué en Google el capítulo de esta semana. ¿Y qué pasó? ¡¡¡Entre los resultados leí de refilón que decía "(...) es el nuevo eliminado"!!! ¡¡¡Casi, casi, casi veo el nombre!!! O capaz lo hice, y mi cerebro se encargó de olvidarlo instantáneamente. Me salvé por poquito... Ok. Sé que es un hombre, pero hay varios todavía. Ojalá no haya sido Laureano.
Viviendo al límite
Mirar el partido de Danubio y Peñarol con tu suegro y no poder gritar los goles porque él es hincha de los de la franja. Y sumale que lo estábamos viendo en su casa...
Viviendo al límite
Después de algún que otro año, hoy me vi de nuevo en la riesgosa situación de tener que tragarme un chicle obligado. Estaba en un evento y no tenía muchas más alternativas. Siendo que de chico solía tragármelos sin quererlo necesariamente, nunca imaginé que sería tan difícil. Para peor, en mi mano tenía un vaso con whisky, lo que dificultaba la ayuda que podía otorgar el elemento líquido. Hubiera sido otro cantar si se trataba de un refresco. Pero no era el caso y no daba como para andar con dos vasos servidos a la vez. Servilletas no me pintaba y no correspondía pegarlo abajo de alguna mesa o silla. ¡Uno debe ubicarse, che! Luego de varios intentos y de auto convencerme de que ese escollo no podía vencerme y generarme incomodidad mucho más rato, logré tragar el puto chicle ayudado de un buche de whisky. No fueron momentos fáciles, pero por suerte puedo contar el cuento.
Viviendo al límite
Estaba transfundiendo agua de un bidón de seis litros a una botella de dos. Hago esto a diario y siempre me valgo de un embudo. Hasta hoy pensé que más allá de la delicadeza inicial para que la botella no se ladee, no había grandes riesgos en esta acción. ¡Cuán equivocado estuve todo este tiempo! ¡Los nervios que acabo de pasar! Un segundito de distracción y ay, ay, ay... Me encontré con el embudo casi repleto de agua y la incertidumbre de si ese caudal cabría en la botella. Pánico total. Pero por suerte no se desbordó y puedo contar el cuento.
Viviendo al límite
Anoche me acosté con la tele prendida y sin setearle el "sleep". En un momento medio que parpadeé y casi casi que me duermo. ¡Y la tele iba a estar prendida toda la noche! Pero tá... No... Por suerte encaré y la apagué.
Viviendo al límite
Lancé al aire un maní japonés para barajarlo con la boca y casi casi casi me cae en un ojo. ¡¡El tema es que tenía los ojos abiertos!! ¡¡Y no sé qué tanto puedo confiar en mis actos reflejos!! ¡¡Por si fuera poco además era un maní japonés, no uno cualquiera livianito!! Mirá si perdía una vista...
Viviendo al límite
Estaba fumando un pucho tranquilazo en el balcón y de pronto la veo: una abeja que viene domingueando. De pronto, ella también me ve. No sé qué habrá pasado por su cabecita, pero optó por acercarse rápidamente hacia mí. ¡Para picarme! ¡Hija de puta! Decí que tengo unos reflejos del carajo... Me defendí con un par de manotazos y me mandé para adentro, dejándola afuera mientras le sacaba la lengua.
Viviendo al límite
Estaba lavando la cocina y tuve la sensación de que se me iba a romper algo. Los indicios fueron de por sí bastante claros: se me resbalaron dos vasos. Mis reflejos me asombraron y el vaticinio no se concretó. Me sequé las manos, me vine a fumar un pucho y a gragear la situación. Si en los días siguientes no escribo más es porque definitivamente rompí algo, me lastimé y me tuvieron que internar de apuro. O también se podrá deber a que no me ocurrió nada tan apasionante como esto.
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