Habitualmente me sucede que en el ómnibus es donde me pasan las cosas que más me dejan pensando. Éste, y no el tema económico, es el motivo por el cual no me he comprado un auto. Mi vida se vaciaría rápidamente si no me tomara el 187, el 76, el 329, el 546, el 526, el 199, el 191 o el 117. Perdón, en serio, perdón a todos los conductores, guardas y pasajeros de las líneas que alguna vez me pude haber tomado y que en esta reseña no recuerdo. Saben que a pesar de no nombrarlos, están en mi corazón, y estuvieron mucho tiempo en mi mente. Vivo con y por ustedes. No lo olviden nunca.
Ahora sí. Esto fue hace una semana. Me tomé el 76 a la altura de 21 de setiembre y Ellauri. Yo iba hasta Garibaldi y Requena. Por si nunca se han tomado el 76, desde mediados de año empezó a dar una vuelta rara a la altura de 8 de octubre. Un embole. Para mí al menos. Seguro que para los vecinos de la zona no. Pero tá. Si les interesa la opinión de ellos sobre el nuevo recorrido del 76, diríjanse a sus respectivos blogs, y no esperen en éste ese tipo de información. ¿Ok? No jodan. Mierda. Al final, con sus reclamos, me hacen perder. Retomaré lo que venía diciendo:
Ahora sí. Esto fue hace una semana. Me tomé el 76 a la altura de 21 de setiembre y Ellauri. Yo iba hasta Garibaldi y Requena. Por si nunca se han tomado el 76, desde mediados de año empezó a dar una vuelta rara a la altura de 8 de octubre. Un embole. Mucho más largo mi camino a casa. Pero bueno. Eso no me impidió que decidiera viajar parado. Había lugar en el fondo, en la esquinita, y hacia allí fui. Y empecé a observar.
Una oferta de asientos libres invitaba a los nuevos tripulantes a posar sus pompas en ellos. Y eso es todo un tema. Los asientos estaban libres, pero todos venían con un combo especial que incluía un desconocido sentado al lado. Algunos de estos pasajeros que se subieron un par de paradas antes de los que se inician en el viaje, hábilmente se sientan del lado del pasillo, como diciendo “acá no te vengas a sentar”. Otros, ponen sus bolsos, mochilas o hasta prendas en el asiento de al lado, diciendo lo mismo que los otros: “acá no te vengas a sentar”.
Pero bueno. Algunos pierden. Algunos deben aceptar la derrota, acomodarse y dejar pasar hacia el asiento de la ventanilla al nuevo integrante de esta familia tan linda que viaja en ómnibus diariamente. Y está bien que así sea. Mierda. Jódanse. “Yo vengo cansado también” debería decirle la gente. “Yo también tengo derecho a sentarme” deberían decirle otros –no le van a decir lo mismo todos...- Y me embola la actitud que toman.
Bah. Que tomaron en el viaje al que hago referencia. Sí. Me refiero a vos. Sí. Ese de lentes y bigotes. ¿A vos te gustaría que te hicieran lo mismo? No podés pararte, dejando abandonado a quien decidió sentarse contigo e ir en busca del primer asiento libre que quedó. ¿Y sabés qué? Jodete. Te lo tenés merecido. Es más. Cuando subió ese tipo, yo me puse a pensar: Ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él, ojalá que lo cague y se siente con él. Y pasó.
Este tipo de lentes y bigotes, que hizo sentir muy mal al muchacho cuando se paró y lo abandonó, se tenía merecido que su búsqueda por un lugar libre fuera frustrada a la próxima parada. Ja! ¿Te creías que todo el viaje iba a tener un asiento para vos solo? No no. Jodete. Es más. Si nadie se sentaba contigo luego de un rato, me iba a ir a sentar yo. Sólo para joderte. Porque te lo tenías merecido. Aunque fuera sólo por una parada, porque tá, en la otra me bajaba.
Y me bajé. Pensando en eso. Pensando en lo vacía que era mi vida ahora que no estaba sobre el ómnibus. Pero bueno. La vida sigue. Sé que mañana me tomaré otro ómnibus. Y sé que ese idiota de lentes y bigotes se tendrá que bancar la compañía de alguien que no le simpatiza, al menos, hasta que su vida se vacíe. Jodete!
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