Un bajón. Todo lo que me copaba de los distintos aparatejos que usaba el dentista, se fue a la mierda. De chico me re colgaba pensar cómo funcionaba todo. Para qué servía esto. Para qué servía aquello. Cómo hacía el dentista para prender el torno si no tenía botón alguno. Ese coso que tiraba agua y aire... Increíble. La luz que tenías de frente pero no te encandilaba. Ese espejito... El cañito chupa saliva. El olor de la pasta. La sensación de la anestesia. Todo era un mundo intrigante para mí. Pero ya no. Perdió toda la magia. Ya sé cómo son las cosas. Algunas me di cuenta solo. Otras, la dentista a la que voy ahora me las enseño. Una mierda. Me acabo de dar cuenta que la vida es como una visita prolongada al dentista.
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