Fe de erratas

Qué raro. Reviso el post anterior y hay un par de cosas que no me cierran. Me suena como que la idea no se termina de entender. La cagué sobre el final creo, con eso de diferenciar entre lo que tiene que pasar y lo que no tiene que pasar. Es una estupidez. O sea: siempre es posible ver de una u otra forma las cosas. ¿Me explico?

Me tenía que quedar sin ese sombrero.

No me tenía que comprar ese sombrero.

Es lo mismo, pero dicho de otra forma. Uno mismo se hace trampas, jugarretas y otras cosas como para engañarse y seguir feliz. Pah… Me fui a la mierda capaz. En fin. Medio que me deprimí. Dejamos el tema para un próximo post, a denominarse “Acerca de cuando uno se autoengaña”. O sino, hacemos scroll y vemos posts anteriores…

Acerca de cuando algo tiene que pasar

Medio que estoy terminando de dominguear y descubro “ups… me quedé sin cigarros”. Junto unas monedas como para comprarme un Marlboro Azul 10, o en su defecto, Nevada. Me pongo una remera, cazo las ojotas y salgo a la calle. Hace más frío del que me esperaba, pero ese dato no viene al caso.

Pego la vuelta a la esquina, yendo hacia el almacén por tercera vez en el día. Me digo “este tipo no vende Marlboro” y cruzo Garibaldi, hacia el otro kiosquito que está abierto hasta tarde. Bah… Que hasta hace una semana abría hasta tarde. Vuelvo sobre mis pasos hacia el almacén. No tenía Marlboro obviamente, ni Nevada chico. Lo único que tenía era Fiesta. Buuuuuu.

En un último intento, camino unas cuadras a la redonda, buscando algún kiosco salvador. No existe tal cosa en mi barrio. Sin planearlo, las vueltas que di me depositaron nuevamente en el almacén. Me digo “tá… me llevo los Fiesta y me dejo de joder”. Mi amigo almacenero los había vendido. Increíble.

Vuelvo a casa, derrotado en cierta forma, pero a la vez triunfador en otra. Vuelvo pensando en el destino o alguna de esas cosas.

Cuando algo tiene que pasar, pasa.

Podría verlo a la inversa, y decir que cuando algo no tiene que pasar, no pasa.

Sin embargo, la vida me ha demostrado que el planteo por la positiva es el que realmente sucede. Entonces, en vez de pensar que lo que no tenía que pasar era fumar, pienso que lo que tenía que pasar era escribir este post.

La vida es simple, la gente la complica

Suena Árbol en la máquina de Pablo. Muy apropiado. La canción que escuchamos es “Mirá vos”. Una y otra vez se repite lo mismo: la vida es simple, la gente la complica. Todo dicho. Me voy yendo…

Luigi vs. Hiperhidrosis

Uno… dos… tres… cuatro… cinco… Uno… dos… tres… cuatro… cinco… Uno… dos… tres… cuatro… cinco… Así, cuatro veces al día. Así, trescientos sesenta y cinco días. ¿Quién te dice? Al menos, buena onda el homeópata…

¿Cómo cambiar un día?

Qué pregunta, ¿no? ¿Se puede cambiar? Esos días en los que uno preferiría cualquier otra cosa antes que haber tenido que soportar ese día. Hoy medio que lo cambié. No sé si da para afirmar que es posible, pero que las hay las hay. Esto es una especie de paso a paso de cómo lograrlo, pero sin necesariamente respetar el orden:

- Olvidar todas y cada una de las responsabilidades que uno tiene (si eso incluye bañarse por ejemplo, que lo incluya)

- Caminar (sin importar si nuestro calzado, indumentaria o aspecto es el indicado)

- Fumar (no es sano, lo sé… pero tá)

- Dejarse maravillar por lo más estúpido (desde un bebito en un cochecito que nos ablanda con una mueca hasta por lo barato que están los jugos Verao en el súper)

- Tener una sonrisa (sí… de esas que molestan en otros… las que cuando las ves te preguntás ¿por qué carajo está sonriendo este pibe?)

- Olvidarse que uno no está bien (recordarlo no sirve de nada)

- Cantarse para uno mismo (o para la gente, aunque nos miren raro)

- Apagar el celular (o ponerlo en silencio al menos)

- Tener en cuenta cómo volver a la casa de uno (no está bueno perderse)

- Parar de caminar un ratito y sentarse en un murito (y ver lo que pasa en el barrio en el que nos encontremos)

- Encontrar formas en las nubes (en caso que hayan)

- Tomarse una cerveza chica (tampoco la idea es empedarse)

- Tener algo en la mano que sirva de amansa loco (una bandita elástica, una moneda o una piedrita… no tanto así un sorete de perro o un moco)

- Volver a casa (si pinta… en caso contrario, lo de un amigo también sirve)

- No hablar con nadie, sólo con uno mismo (sí… como un loco)

- Recordar por qué uno estaba en un mal día (en caso de recordarlo, volver a repetir los pasos… en caso de ser imposible, darse cuenta que uno le ganó al día)

El día lo cambié. Mi vida no. ¿Pero quién te dice que no lo empiece a aplicar más seguido y lo logre?

Te retiro el saludo

Ayer fui a comprar una Coca a la almacén. Ya que estaba, compré además de la Coca un Pico dulce y un Hamlet. El que me atendió es un buen ejemplo de alguien con buena onda, de esos que te cruzas en la calle y lo saludás con gusto, y no necesariamente por compromiso.

La almacén queda a la vuelta de casa, por lo que iba con la tranquilidad de alguien que presume que nada malo puede pasar en menos de 100 metros a la redonda de su casa. Tal vez, ahora que lo pienso, haya vuelto medio que a los saltitos y hamacando la bolsa con las compras. No sé. Cuando compro Coca me cambia el humor.

Al doblar la esquina, la maldita bolsa se rompe. La Coca empieza a rodar calle abajo, pero previamente cae de culo sobre mi pobre y semi descalzo pie. El cuento sigue y me incluye a mí corriendo tras la botella de mierda, perdiendo el Pico dulce en el camino y otras cosas igual de idiotas. En fin: te odio, hombre de la almacén que me da bolsas falladas.

¿Qué héroe querés ser cuando seas grande? Parte 2

La serie genial que se llama HEROES, está en su segunda temporada. El policía que escucha los pensamientos de la gente, ahora definitivamente es el que tiene el poder que me gustaría tener a mí. Su habilidad se desarrolló, y ahora no sólo escucha lo que está en la cabeza de la gente, sino que también puede cambiarlo.

Sí. Sé que no es el que maneja los sentimientos. Lo sé. Pero tá. Es mi ídolo. Manejar tus pensamientos me rinde. Lo de los sentimientos…

La felicidad dura un instante

Estaba en la agencia, y en determinado momento me vinieron ganas de fumar. Bajé. Prendí el encendedor y bajé la mirada como para embocarle al cigarro. En eso, como en segundo plano, veo la felicidad ante mis ojos. No. No era una mujer. Otras veces me ha pasado, pero no esta vez.

Lo que vi fue ese nylon con gorgoritos. No sé cómo carajo se llama, pero de ahora en más lo llamaré felicidad. Estaba en el piso, así que no daba para agarrarla. La felicidad estaba en el piso, no yo. Otras veces me ha pasado, pero no esta vez.

En fin… Estaba en el piso. Quería tener contacto con ella. Entonces me paré sobre ella, y comencé a afirmarme como para ir rompiendo los gorgoritos. Como era de esperar, fue buenísimo. La doblaba, pisaba poquito, pisaba con todo. Iba jugando con la felicidad. Fui feliz con la felicidad. Pero en determinado momento, la felicidad se fue. Yo fui el culpable. Había pisoteado la felicidad. Otras veces me ha pasado, y esta vez fue una de ellas.

17-10

Llamé al SUAT por una inflamación en el codo, y resultó que tenía presión alta. Qué embole. Para peor, capaz que lo del codo es por el ácido úrico. Genial. Estoy hecho de mierda.

No puedo dejar esto así

Yo sé lo que escribo acá. Lo tengo súper claro. Pero a veces vuelvo para ver si algo cambió. Es obvio que no, pero igual lo hago. Tá. Dejame. Es mi blog de última. Además, vuelvo para leer lo que escribí, y dos por tres me sorprendo con cosas que no recordaba.
Recién escribí una cosa patética, y no me gustó la idea de entrar y ver eso todo el tiempo. Así que nada. Escribo esto para mejorar la primer impresión al entrar.
ESTOY BIEN
MI VIDA ESTÁ BUENÍSIMA
ME ALEGRO DE SER YO
NO TENGO NADA PARA CAMBIAR EN MI VIDA
ESTOY MUY BIEN
LA PUTA MADRE

Acerca de lo patético de la vida

Por momentos, la vida se vuelve patética. Bueno. Al menos la mía. Ahora por ejemplo. Acá me ves. En un ciber. En un ciber de mierda. ¿Qué hago? Creo que nado, que me revuelco en lo patético.
Llego, pido una máquina y abro el MSN. Primer error. BAh... En verdad, el primero fue venir... No estás, así que decido entrar a las páginas que generalmente entro. ManagerZone, AutoLiniers, Gmail y Blogspot. Y acá estoy. Escribiendo lo que no pude decirte en estos días. Y descubro que no lo voy a hacer. Ya no. No te lo voy a decir. ¿Para qué?
Entonces anticipo que me estoy por ir. ¿Qué hago? Leo de nuevo lo que escribí, y es una poronga. Sólo serviría como registro de los patéticos días que estoy viviendo. Ok. Publicar entrada entonces...

Qué buen momento para escribir

El calor que hace afuera es una cosa de no creer, teniendo en cuenta la fecha en la que estamos. No prendí el aire, pero el vientito que entra por una ventana en un octavo piso alcanza. Me pongo a imaginar el viaje de vuelta a casa en el 187, y no quiero experimentarlo. Imagino, pienso y llego a la conclusión del título: qué buen momento para escribir.

En vez de seguir haciendo clicks para cerrar programas, hago click para abrir uno. El Word. Me entusiasmo, y también abro el iTunes. Claro. Si la vamos a hacer, vamos a hacerla bien. Tengo el tic del Control + G para guardar, y cuando me doy cuenta que debo poner Sí, confirmo que me voy a quedar un buen rato escribiendo. Entonces guardo esto en el Escritorio, bajo el nombre de 187.doc. Subo los pies hacia el escritorio, los cruzo, pongo a Lisandro y arranco a escribir. Me felicito a mí mismo: encontraste un buen momento para escribir.

Atrás mío está Mariela. Una divina. Todo bien con ella. Es la que limpia acá en el laburo. Ha sido mi compañera en otras noches reflejadas en este blog. Pero hay veces que no está todo bien con ella. No por ella. Por mí. No quiero hablar con ella. No quiero decirle por qué hace años que no voy a Mercedes, responderle si hay mucho laburo, o comentar acerca del calor que hace. Perdón Mariela, pero si seguís hablando, me calzo los auriculares. Mi cara debió haber transmitido ese aviso, porque Mariela se fue a limpiar otra oficina. Ahora sí, me digo: qué buen momento para escribir.

Es cómico. No sé sobre qué escribir. O sé, pero no quiero escribir sobre eso. Y miro la página del Word, y veo que he escrito más de lo que últimamente estoy escribiendo en el blog. Entonces analizo no escribir sobre nada. Mmmmmm… No me tienta tanto. Me pongo a cantar con Lisandro. Canto dos o tres temas seguidos. Estoy en un buen estado espiritual, por así decirlo. Estoy acercándome a la más básica expresión de la felicidad. Despojado de muchas cosas aburridas y negativas como responsabilidades, compromisos, cuentas para pagar, y pensamientos. No pienso. Las canciones me las sé de memoria. Entonces creo que cierro los ojos. Y canto. En voz baja, sin abrir la boca siquiera. Pero canto fuerte. Me siento bien; en los dos sentidos que tiene sentir. Muevo la cabeza para un lado y para el otro, siempre cantando y con los ojos entreabiertos. En eso, noto que la pantalla de la computadora abandonó el blanco predominante del Word, para dar lugar al negro con el que comienza el salvapantallas. Recuerdo entonces que había encontrado un buen momento para escribir.

El sentimiento de recién, mágicamente se corta, se va. Trato de retenerlo, pero no tengo la más puta idea de cómo lograrlo. Vuelvo a poner el tema que estaba sonando en su momento, pero no tiene el mismo efecto. No había sido buscado, así que sé que no tengo chance alguna de que vuelva. Las cosas que se van no vuelven, sentencio. Le busco un poco la vuelta para ver si eso me lleva a escribir sobre algo. Y sí. Las cosas que se van no vuelven, pero las que no se van, siguen todo el tiempo ahí. Me deprimo un poco. Un poco más. Cada vez más. El cigarro en mi boca está prendido y largando humo, pero yo no lo fumo. No puedo dejar de escribir. Siento que el corazón se acelera un poco, y mis dedos también. No dejan de teclear. Como me ha pasado en otras ocasiones, van más rápido que mis sentimientos y/o pensamientos. Estoy mal, pero eso no inhabilita que éste verdaderamente sea un buen momento para escribir.

Es increíble. El iTunes es inteligente. O al menos perceptivo. Tira “Que todo vuelva” de Lisandro. ¿Para qué? ¿Por qué? Quizás deba dejarme de joder y subirme al 187 del orto, bancarme el calor e ir a mi casa a dormir. Quizás sea lo mejor en este momento. Quizás este no sea un buen momento para escribir.

¿Cuánto mido?

Es extraño. Me está pasando a menudo. Generalmente, cuando me paro frente a un espejo. Pero también cuando abro la puerta de arriba de la heladera, al colgar una percha en el ropero o al buscar un disco en la repisa. Básicamente, lo que me pasa es que me suena que mis ojos ven a distinta altura de lo que comúnmente lo hacen. No sé cómo explicarlo bien. A ver… Digo en relación al objeto frente al que estoy parado. Es como que a veces sintiera que estoy mirando esas cosas parado en puntas de pie, pero sin estarlo. Siento como que tengo una visión nueva de esas cosas comunes. Pero después, vuelvo a sentirme chico. O normal. Alguna vez me pasó a la inversa. Pero no es tan frecuente. Lo usual es que me sienta más alto. Es extraño.

¿Por qué entrás?

En serio me lo pregunto. ¿Por qué entrás? ¿Qué esperás encontrar? ¿Ver cómo me revuelco en mi miseria más propia? ¿Enterarte si soy feliz y vos no la sabés? ¿Algo que hable de vos? Es obvio que todo habla de vos. Pero a la vez, nada habla de vos. Salvo que dejes de entrar a ver qué escribí, nunca nada va a hablar de vos. Pero todo bien. Seguí entrando. Es más. Yo seguramente escriba con la ilusión que vos lo leas. Entonces no puedo decirte que nunca más te des una vuelta por acá. Y tampoco puedo dejar de escribir o borrar este maldito blog que nadie lee. ¿Nadie lee? Vos lo lees, y esa es la forma que más me rinde para decirte lo que no te digo.

Che... el control... ¿alguien lo vio?

¿No va todo medio rápido? La vida, digo... ¿No? No sé... Me parece. Tengo 25 años. Tengo una novia. Tengo una perra... ¡Tengo una perra! ¡Tengo una vida a mi cargo! Está salado eso. Y tengo 25 años. Y no estoy capacitado. Pero no es que no esté capacitado para cuidarla... No estoy capacitado para tener lo que tengo. Ni los 25, ni la perra, ni mi novia. Insisto: no tiene nada que ver ni con Lalala ni con Andrea. No estoy capacitado. Nunca lo estaré.
Cuando las cosas van en Play, y a veces en FF, nadie pide Pausa. Porque las cosas en Pausa no suelen ser divertidas. Si tenés tiempo para parar, mirar, mirar y remirar, se complica la cosa. Entonces pedís a gritos un Rewind. Y no podés. Lalala me espera en casa. Andrea espera que se me pase mi demencia y aparezca. Y yo no sé si mi demencia va a pasar. Yo qué sé.

¡¡¡No sé por qué!!!

¿Por qué? Yo qué sé. Jajaja. Sé. Y no te digo. Leru leru. ¿Qué te importa? ¿Cambiaría algo? No. Probé decirlo. Y no. No sirve. Nada cambia. Todo sigue igual. ¿Igual? Sí. Bah... Yo qué sé. Peor. ¿Es para tanto? Y no. Depende. Si te ponés a pensarlo bien, medio que sí.

Escribo

¿Y? ¿Vos? ¿Cómo estás? Yo bárbaro. En serio. Para que te hagas una idea, estoy tan bien, que estoy buscando por donde puede irse todo a la mierda. No sé para qué. Pero busco, busco y busco. Es un embole. Lo sé. Pero me da miedo estar bárbaro.
Sí. Ok. Lo admito. De todos los adjetivos positivos que hay, bárbaro puntea como uno de los peores. ¿Pero qué le voy a hacer? Estoy bárbaro. Las cosas andan bien. Encuentro pocas cosas de las cuales quejarme. Igulmente, las busco. Y a veces las encuentro. Y adiviná qué... Son las mismas cosas por la que todo puede irse a la mierda.
¿Eso en qué situación me deja? Que definitivamente todo va a andar mal. Y me estresa no saber por donde va a empezar a estar mal. Obviamente, como casi todas las cosas de mi vida, no sé para qué carajo quiero saberlo. Pero quiero. Casi que lo necesito. ¿Por dónde va a estropearse todo? ¿Podría hacer algo en caso de saberlo? ¿Qué hago? Sigo bárbaro.
Pero vos. ¿Cómo estás?

¿Hoy?

Hoy podía haber sido. Pero no. Nunca es hoy. ¿Se entiende? Más allá del hoy de hoy, nunca es hoy. Siempre es otro día.
"Hoy arranco" me dije. "Hoy es el día". Y no. Mirá cómo no. ¡Las pelotas es hoy el día!
Pero tá. Igual estoy acá. No será el día hoy, pero se viene. En cualquier momento vuelvo a escribir...

¿Qué héroe querés ser cuando seas grande?

Hay una serie genial que se llama HEROES. Es sobre decenas de personas alrededor del mundo que van descubriendo que tienen poderes. Obvio que está el que vuela, la que maneja el fuego, el que se teletransporta y la que se hace mierda, pero no se hace nada.
Tá. No importa. La cosa es que me pregunto, cada vez que la miro, qué poder me gustaría tener y cómo lo usaría. Y no. No volaría. No. No sería invisible. No. No quiero ser inmortal. Soy tan tarado que me quedo con el que escucha los pensamientos de la gente.
Ese está salado. En la serie, es un policía. Y tá. Medio que al principio le sirve para su profesión. Pero después encara, y lo usa para su vida. Ahí hay una parte de moral y ética que medio la embola, acerca de cómo y para qué deben usar sus poderes los héroes estos.
A mí me chupa un huevo. Yo me muero por saber qué pensás. Qué pensabas. Qué vas a pensar antes que yo haga tal cosa. Saber si puedo cambiar eso que pensás...
En la serie siguen apareciendo nuevos héroes todo el tiempo. Yo la sigo viendo. En una de esas, capaz que hay uno que maneja los sentimientos y me engancha más...

Guardar como Borrador

Tanta tecla tipeada. Tanta saliva guardada. Tanta neurona gastada. Tanta imaginación derrochada. Tanta hora perdida. ¿Hora? ¡Tanta vida perdida! ¿Tanto miedo?

Quemado

Quemado con lo que soy. Quemado con lo que quieren que sea. Quemado con lo que no es la gente. Quemado con lo que es la gente. Quemado con lo que tengo. Quemado con lo que me falta. Quemado con lo que fui. Quemado con lo que quise ser. Quemado con lo que soy (ups… eso ya lo dije…). Quemado con lo que nunca escribí en este blog. Quemado con lo que no escribo ahora. Quemado con lo que nunca seré.

¡¡Demasiadas preguntas!! ¡¡Quiero un abogado!!

¿Por qué dejé de escribir en el blog?


¿Por qué había empezado a escribir en el blog?


¿Por qué volví a escribir en el blog?