La gente nunca me decía “Che, qué bueno está ese buzo”. O “Me gusta esa remera”. Ni hablar de un “Qué bien te queda ese pantalón”. Pero de un tiempo a esta parte, no sé bien por qué, me empezó a pasar eso. Entonces debí acostumbrarme a responder esas apreciaciones. Para saber qué era lo correcto, empecé a elogiar la ropa de los demás. ¿Y con qué me encontré? Con que la gente te responde “A las órdenes”. ¿Entonces que empecé a hacer? A cada frase positiva sobre mí, respondo “A las órdenes”. El sábado salí a bailar y me encontré con una conocida de mis años en Mercedes. Medio que no confirmábamos que nos conocíamos, hasta que sí. El tiempo cambia a las personas. Pero tá. Ese no es el punto. Cuando me di cuenta que era, me copé. Hacía tiempo que no la veía, y había miles de cosas por contarnos. Entonces viene, me saluda. Yo la recibo, la saludo. Que pim, que pam y ella que me dice “Che! Estás re bien... Re flaco”, a lo que yo le respondo “A las órdenes”. No sé. Me miró súper raro y se fue a la mierda.
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