Es increíble. Mi miedo a las palomas y a su estúpida manera de levantar vuelo me han hecho descubrir algo súper interesante. No está totalmente corroborado, pero podría afirmarse con total certeza que tengo un dominio sobre las palomas. Sí. Tal cual. Domino a las palomas. Haré una brevísima reseña sobre los mojones de este trascendental descubrimiento, sin develar datos confidenciales que puedan llevar a que otros seres humanos adquieran este don.
Usualmente yo estiraba mi mano hacia delante al enfrentarme en mi caminar con una paloma. Con la mano abierta, trataba de interceder -de forma equidistante- entre la trayectoria de la ave asesina y la unión de mis cejas. Nunca tuve que sufrir la desgracia de comprobar si serviría para detener el vuelo de la paloma, pero estimaba que sí.
Las últimas veces he cambiado mi postura, y en vez de tratar de transmitir telepáticamente “paloma del orto: nunca te incrustarás en mi frente”, he comenzado a pensar “paloma del orto: quedate quieta”.
Y está funcionando. Sí. Está funcionando. ¿Y? ¿Ahora? ¿Eh? ¡Palomas de mierda! Ya saben. No se hagan las locas, porque las domino. Les puedo hacer hacer lo que se me cante. Y no me agarren con los cables pelados un día... porque de mala leche que soy, las pongo a comer miguitas de pan del piso de alguna plaza pública.
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