Viviendo al límite

Estaba fumando un pucho tranquilazo en el balcón y de pronto la veo: una abeja que viene domingueando. De pronto, ella también me ve. No sé qué habrá pasado por su cabecita, pero optó por acercarse rápidamente hacia mí. ¡Para picarme! ¡Hija de puta! Decí que tengo unos reflejos del carajo... Me defendí con un par de manotazos y me mandé para adentro, dejándola afuera mientras le sacaba la lengua.