Asuntos globales

Dada mi preocupación acerca de cómo salir en la foto de la cédula, Ramiro me recordó que tenía un día para practicar frente al espejo. Y la mente tiene esa extraña forma de actuar... 

La mía se pegó un viajecito y me llevó a la infancia. Y acá estoy/estaba yo, en el baño de mi casa de Mercedes frente al espejo, armado con una caja de chicles haciendo mis primeros pasos en esto de hacer globos.

Probé con uno. No sabía si lo había masticado demasiado, así que por las dudas lo tiré y agarré otro. Apenas lo mordí un par de veces, y al intentar soplar lo escupí. Descubrí que la elasticidad del chicle era una cuestión de suma importancia, por lo que al tercero ya lo dejé un rato embebido en saliva. Pero no dominaba la técnica. Mejor dicho, la desconocía.

Un nuevo chicle que caía de mi boca. Pensé que tal vez el problema era a nivel de los dientes, así que para el cuarto cambié la estrategia. Lo mastiqué hasta dejarlo como pensaba que debía estar, pero esta vez lo agarré con la mano y lo posé sobre mis labios. Esta vez no se cayó. Simplemente se rompió.

Ya para el quinto estaba bastante entregado. Mirándome en el espejo, analicé todos y cada uno de mis movimientos maxilares. Pero también me miré a los ojos. Con la ventaja que tengo de poder hablar conmigo mismo en modo "voz interior", me dije que yo podía hacerlo. Que no lo pensara. Que simplemente hiciera un maldito globo con un chicle de mierda.

Y así fue. No fue el globo más grande del mundo ni mucho menos, pero fue mi primera charla conmigo en la cual me disocié.