Sábado al mediodía. Me vinieron ganas de comer en McDonald´s. Me pegué un baño rapidito y salí. Mis expectativas se resumían a una cuarto de libra con queso, unas papas medianas y una Fanta. Nunca supuse que me encontraría con ella. Menos que menos, que estaría sentada almorzando sola. El local era vidriado, así que desde antes de llegar ya la había descubierto. Pero me hice el indiferente.
Hice el pedido y me negué como de costumbre a agrandar el combo, pero me agrandé yo. Con mi bandejita, me acerco a su mesa e ingeniosamente le pregunto “¿querés acompañar tu almuerzo con un chico buen mozo sin cargo extra?”. Ella justo tenía la boca llena, así que no contestó. Apenas si me miró. Pero matanga: el que calla otorga.
Me senté frente a ella y me dediqué a desenvolver mi hamburguesa. Le dediqué una mirada acompañada de una sonrisita seductora. Bah… Al menos eso pretendía. En verdad, creo que frente a sus ojos resultó patética. Pero a mí no me importaba. O sea… Finalmente se me estaba dando lo que yo tanto anhelaba: comer con ella. Papa va, papa viene, pero ninguna palabra. Yo estaba tan nervioso que no sabía qué decir. Mi cabeza me hizo creer que a ella le pasaba lo mismo. Para mi parecer, ella estaba anonadada por mi presencia.
De repente, aún sin abrir su hamburguesa, ella se para y me habla por primera vez en todo el almuerzo. “Voy al baño y vuelvo” me dijo. Capaz que me dijo solamente “voy al baño”. No recuerdo… Pero yo me quedé esperándola. Los minutos fueron pasando. Las mesas de al lado se iban vaciando a la vez que llegaban nuevos comensales. Cuando éstos también se iban retirando luego de comer, me entró una duda… Capaz que ella no volvía nunca más… Que simplemente había agarrado sus cosas y me había abandonado.
Más tarde reparé en el detalle de que al pararse tomó su abrigo y su cartera, pero en su momento yo había supuesto que se debía a esa costumbre de las mujeres de llevar todo al baño. Listo. “No vuelve” pensé. “Yo me le como la hamburguesa” decidí. Cuando la desenvuelvo, descubro que la muy puta había elegido una McNoséquéporongaconlechugaytomate. ¡No me gusta! Derrotadísimo, todavía tengo que bancarme al pibe de la limpieza que gentilmente me pregunta “te levanto?”. Aunque obviamente se refería a la bandeja con los restos, igual le respondí “¡Levantame sí, pero a mí del piso, pelotudo!”.