Luigi: ¡Negro! ¿Qué hacés, Negrito?
Negro: ¿Todo bien, Luisito?
L: Acá. ¿Qué hacés? ¿Laburás por acá?
N: Sí. En Convención y Colonia. En un estudio contable.
L: Mirá. Qué raro. Nunca te había visto. Esta es mi parada.
N: Jeje. No sé. A veces me voy caminando. Capaz por eso…
L: ¿Qué contás? ¿Todo bien?
N: Sí.
L: ¿Todo bien? ¿Tu vida?
N: Bárbaro. Sigo con Gabi… ¿te acordás de Gabriela? Mi novia de Mercedes.
L: Sí. Obvio. ¿Cómo no me voy a acordar? Hace años que están…
N: Sí. Salado. Añales.
L: ¿Pero bien?
N: Sí. Re bien. Sigo viviendo con el Colo…
L: Jeje. Andan mal sus cositas… Me enteré que se compró un auto.
N: Sí. Gana re bien el hijo de puta.
L: Tá bien…
N: ¿Y vos? ¿Seguís laburando en publicidad, no?
L: Sí. La mentira continúa.
N: Jaja. Te he visto en la tele. Siempre recibiendo premios.
L: ¿En serio? ¿Decís que soy tu ídolo? ¿Tenés pósters míos en tu cuarto?
N: ¿?
L: Nada. No importa. Un divague. La tele… Sí. Me han dicho que he salido…
N: Sí. Te he visto.
L: Tá bien. ¿Qué ómnibus te tomás? Porque ahí vienen varios… Odio cuando vienen muchos bondis y uno para, y el otro pasa por atrás y no lo ves.
N: ¿?
L: No… Que qué ómnibus te tomás.
N: Ahhhh. El 60 generalmente.
L: Ah. No. No viene.
N: ¿Y vos? ¿Qué contás?
L: Yo qué sé. Tengo una perra. Lalala se llama. Divina. No sabés lo que es…
N: ¿Y Gizmo? El que tenías en Mercedes…
L: Murió.
N: ¿En serio?
L: Sí. Una mierda.
N: Pah. Qué cagada. Pero tá: estaba viejito…
L: Yo qué sé. Estoy viviendo solo. Mi hermana se fue por suerte.
N: Buenísimo.
L: Sí. Mismo. Después… me peleé con mi novia.
N: Ya sabía que te habías peleado.
L: No. Pero no María. Andrea. Estuve de novio año y medio.
N: ¿De acá?
L: Sí. De Montevideo. Me la presentó una amiga en común.
N: ¿Y se pelearon?
L: Sí.
N: El Colo anda de novio. Con una de Pando.
L: Mirá…
N: No. De Pando no. ¿De Santa Lucía? No. Creo que de Pando sí.
L: Tá. No importa. Anda de novio con una que no es de acá.
N: Sí. Creo que es de Pando.
L: Tá. No importa. ¿Pero está bien?
N: Y… Es morochita…
L: ¡No! Si el Colo está bien…
N: Ahhh. Jaja. Sí. Está bien sí.
L: ¿Qué más te puedo contar? Me compré una púa.
N: ¿?
L: Para la guitarra… Una púa…
N: Ah. Mirá. Ahí viene mi ómnibus.
L: Bien. A por él.
N: ¿?
L: Nada. Bueno. Nos estamos viendo.
N: Dale. Nos vemos.
L: ¡¡Arriba!!
Qué charla de mierda. Mirando cada dos segundos si venía el ómnibus. El mío o el de él. El primero que pintara. Pensando qué decir. Arrepintiéndome de no haber simulado que no lo vi. Jaja. Mentira.
Estuvo buena la charla. Igual, los dos sabíamos que al decir “nos vemos” estaba implícito que eventualmente nos veríamos, pero no que hablaríamos. Hubiéramos dicho “nos hablamos”, “pasame tu celular” o algo así. Jaja.
En verdad, la charla a mí me removió. Hice como un resumen apresurado de estos últimos ocho, nueve años de mi vida. Dejé cosas importantísimas afuera. Datos sueltos, descolgados. Pero tá. La charla medio que no daba. Tampoco mi interlocutor. Fuimos re amigos, pero ahora no me iba a entender. Jaja. Pobre Negro… Queda como un nabo. Pero en verdad, nada que ver. Es más: él pensó que yo era un nabo. Seguramente le habrá contado a Gabi que se encontró conmigo, y que estaba re cambiado. Y es verdad…
Cómo cambié. Cómo me gusta mi versión actual. Todo bien con el Negro, pero tá. No soy el que él recordaba, mientras que para mí, él sigue igual.
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