En una esquina de Mercedes había dos columnas puestas una al lado de la otra. Me quedaban de camino entre la escuela y mi casa, y se me había vuelto ritual pasar por el mínimo espacio de separación que dejaban. Con mochila y todo. Era algo que disfrutaba hacer a diario. Ya adolescente y luego adulto, cada vez que volvía a Mercedes me gustaba pasar por esa esquina y volver a meterme por entre esas columnas. Pero ya no más. Sacaron una de las dos. Y fue raro descubrirlo. Un sentimiento extraño. Se terminó un recuerdo de mi infancia que seguía vivito y coleando. Ahí, en la esquina de siempre, esperándome para que cuando yo así lo quisiera volviera a ser niño. Porque está bueno no dejar de ser niño. No todo el tiempo capaz. Pero cada tanto sí. ¡La mayor parte del tiempo! Divertirse con cualquier boludez... No fijarse si alguien está mirando... Hacer cosas sin pensar tanto en las consecuencias... Porque hablando puntualmente de las columnas, definitivamente un día me iba a quedar trancado. Las últimas veces pasaba, pero dejaba la vida. Y también un poco de ropa tal vez... Y hubiera estado buenísimo en verdad atorarme entre las columnas. Creo que quería que me pasara. Pero no será el caso. Tranquilo, Luis Eduardo niño... Ya se nos ocurrirá algo nuevo... O viejo...
No hay comentarios. :
Publicar un comentario