Me subo al 187 para volver a casa, como si se tratara de un día más. Pero obviamente, era distinto. Luego de pagar el boleto, alzo la vista buscando un lugar donde sentarme. Y la encuentro a ella, sentada, sola, divina, escuchando un reproductor de mp3. Estaba mirando para afuera, pero cuando la miré, me devolvió la mirada. “Apa apa” me digo. ¿Qué hago? ¿Me siento atrás y la rozo como sin querer y cuando se da vuelta le estampo un beso? Mmmmm… ¿Me siento en la fila de enfrente, donde ella pueda verme? Mmmmm… ¡Má sí! ¡Me le siento al lado!
Como era de esperar, no se me ocurre nada para decirle. Y no me salía mucho el hacerme el interesante. Estaba quedando como un tarado. Para peor, para rematarla, me llega un mensaje al celular… ¡De Ancel! No sé qué carajo del horóscopo… Que si mando mi signo a no sé qué puto número bla bla bla. Pero no estaba todo perdido. Al contrario.
Cuando saco el celular para leer este spam esemesiano, noto levemente que capté su atención. Percibí que ella miró mi celular, más precisamente, el mensaje. ¡Era mi oportunidad para empezar una charla! Pero no. Pensé astutamente: así que chusmeás mi celular… ¿Sabés qué? Te voy a levantar sin pronunciar una sola palabra.
En vez de guardar mi celular, y sabiendo que ella iba a seguir atentamente lo que hiciera con él, comienzo a escribir un falso SMS: tontita, sé que querés conmigo. mirá. te cuento. yo me bajo en garibaldi y …
En eso, la miro sutilmente para cerciorarme que el plan vaya funcionando. Pero no venía tan bien, sino que por el contrario, ella justo me pide permiso para bajarse. La sigo con la mirada y descubro que al bajar, había un nabo esperándola. Derrotado, mando LEO al 1763, y me responden con “mal día para el amor. en lo económico, no haga gastos innecesarios”. ¡¡Devolveme mis $17,90 impuestos incluidos, la puta madre!!
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