Cuando se viaja en un ómnibus de larga distancia, existe una única regla: quien deja por un momento el apoyabrazos libre, tiene derecho a reclamarlo. Acá no hay beneficios por edad ni nada de eso, ganarse el apoyabrazos es una cuestión de timing, al que le toca, le toca.
El otro día en un viaje me senté al lado de una señora (unos 50 y algo aproximadamente), yo por lo general, cuando el otro hace uso del apoyabrazos, yo me hago a un lado y espero mi ventana de oportunidad: que se duerma, que saque algo de su bolso, etc. En este viaje yo hice lo debido, esperé y esperé hasta que la señora, sin darse cuenta quitó su brazo por unos segundos. Pareció verse sorprendida después al querer apoyar el suyo nuevamente y encontrar un brazo extraño. Había renunciado a su derecho sin darse. Pero esta señora, no no, no era una señora ubicada que sabe perder su lugar, sino que ésta decidió luchar. Apoyó su brazo con todas sus fuerzas, ejerciendo presión:
-Perdón- me dice, pero yo sabía que se estaba haciendo la boluda.
Decidí enfrentarla en esta lucha de brazos, por momentos casi se me acalambra. Me hice la dormida, implementé varias tácticas para que la señora me cediera el espacio que me había ganado, era mi derecho! Hasta que finalmente cedí.
No puedo ganar todas las batallas, caí rendida y cruzada de brazos.
3 comentarios :
Fuente: http://livingfeeling.blogspot.com/
Jajaja suele suceder jajajajaaaa
excelente
es tal cual
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