-¿Y? ¿Cómo te encuentran los 31?
-La verdad, es que no sé cómo carajo hacen estos hijos de puta, porque mirá que me vengo escondiendo...
Buscando entre las notas que me escribo en el celular, me encontré con esta suerte de chiste. No recuerdo bien, pero supongo que me lo anoté para gragearlo dentro de un par de semanas, con motivo de mi cumpleaños. Precisamente, el número 31. Pero ahora que me lo crucé, decidí gragearlo ya y tomarlo como excusa para responder a la pregunta inicial...
¿Cómo me encuentran/encontrarán los 31? Feliz. Y eso no es poco. Para nada poco. ¡Mierda que está buenísimo ser feliz! Y a veces es mucho más fácil de lo que creemos o nos hacen pensar. A ver... ¿Qué necesito para ser feliz con 31 años? ¿Haber formado una familia? ¿Tener una casa propia? ¿Un auto? ¿Tener tarjetas personales que digan CEO mundial de bla bla bla? No tengo absolutamente nada de eso. Y soy feliz.
Y soy un buen tipo. Y cada día intento ser un tipo más bueno. He aprendido a ser mucho menos egoísta. Me he desprendido de cosas. He sacrificado intereses personales a veces, con tal de hacer feliz a otras personas. Me preocupo mucho menos por millones de cosas. Me río más. Con sonido y todo. Voy cantando mientras camino por la calle. Disfruto de estar horas y horas charlando con amigos. ¡Hasta me voy de vacaciones a Mercedes!
Sigo siendo el mismo Luis, Luis Eduardo, Nano, Luigi o Sr. Grageas de siempre. Pero con un montón de mejoras. Ya no me creo que me las sé todas. Ya no le tengo miedo a equivocarme. Aprendo día a día de todas y cada una de las personas con las que me cruzo. Y me he ido amigando con aquellas con las que tenía algún tipo de cuenta pendiente.
Estoy en paz. Conmigo, con el mundo y con la vida en general. Me embolan miles de cosas, ok. Pero ya no tengo berrinches. Tengo el timón de mi vida, y sé para dónde voy. Y otras veces no tengo la más puta idea. Y lo gozo. Digo "sí" muchas más veces que las que digo "no". De hecho, hasta hay veces en las que digo "obvio". No pienso tanto. O al menos, no de más.
He vuelto a tener la mirada de un niño. Me maravillo con cualquier estupidez y me cuelgo por horas. Y acá la droga no tiene nada que ver. Es un estado, una actitud que he adoptado naturalmente. Y me encanta. ¿Por qué? Porque estoy convencido que la felicidad está en gestos, detalles, cosas mínimas. Y sé que puede sonar cursi. ¡Pero me chupa un huevo! Eso en verdad siempre fue bastante así... Medio que siempre me importó bastante poco lo que pensaran/opinaran los demás. Y no es soberbia necesariamente. Es una forma de disfrutar la vida. Ni más ni menos que eso. Una forma de disfrutar mi vida.
¿Que cómo me encuentran/encontrarán los 31? Feliz, y con la certeza de que hay más felicidad por delante. ¡Peñarol, Peñarol!