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Recuerdo perfectamente que la primera vez que me hablaron de un pasatiempo que estaba causando furor en el mundo, no le di mucha bola. Me comentaron que se llamaba Sudoku y que era originario de Japón.

Una vuelta me crucé con una edición impresa y para saber qué era aquello tan maravilloso, me colgué a probarlo. Al darme cuenta que tenía que hacerlo con lápiz y tener una goma a mano, me emboló. Una estupidez. 

Tampoco es que sea fanático de la lapicera. Más bien al contrario. Pero bueno... Con el tiempo, pensé que esa fue una excusa inconsciente que seguramente mi cerebro ideó como mecanismo de defensa.

Pasaron los años y Trutru cambió su celular. "¿Qué tendrá que ver?" podrán preguntarse. Paciencia, que todo está concatenado. Los celulares nuevos vienen con una carga mínima, que recomiendan consumir para darle una carga inaugural de unas 12 horas. Eso dijo el vendedor, lo que a mí me pareció medio chucu visto y considerado que en el manual no se hace referencia a tal cosa. Pero bueno. No importa. Luego de que Trutru se cansó de investigarlo, lo agarré yo para boludear un rato.

¿¡¿Para qué?!? "A ver qué jueguitos trae", me planteé ingenuamente. Allí estaba yo, nuevamente cara a cara con el Sudoku. Pero esta vez en versión juego de celular. ¿Esto qué quiere decir? Más práctico que andar con la goma.

Como era previsible, me colgué de tal manera que en vez de celebrar cuando se agotó la batería porque nos podíamos ir a acostar tranquilos, me quedé mal porque le venía agarrando la mano al juego de mierda.

Obviamente, la cosa no quedó ahí. Ni bien estuve frente a la computadora, descargué una versión para PC. ¡La re putísima madre! Capaz yo soy medio nerd, pero el Sudoku tiene un grado de adicción comparable con pocas cosas. Los 48 minutos con 24 segundos que se indican en la siguiente captura de pantalla son reales. Pensé en photoshopear el número para hacerme el capo, pero no. Soy lo que soy: un novel adicto al Sudoku.