Luego de un par de cervezas en La Ronda con Pablo, me subo al 187 esperando llegar a casa y acostarme a dormir. Como suelo hacer, me calzo los auriculares y busco en el iPod cuál es la canción adecuada para ese viaje en bondi. “¿Qué hago?” me pregunto. “¿Confío en el shuffle?. No. Vamos con Juanito el cantor”. Puntualmente elijo la canción Una flor.
A veces le emboco con mis elecciones, y ésta fue una de esas veces. En determinado momento, me descubro a mí mismo con los ojos cerrados cantando “la verdad, no puedo dormirme sin antes describirme cuando estoy tan solo”. Acá estoy entonces.
En vez de acostado, estoy frente a la máquina, luego de volver de lo más parecido a un 24 horas que tengo en el barrio, con una Patricia helada, esperando que baje la espuma que mi torpeza provocó. Y bueno. Si no me equivoco, es la cuarta cerveza que me tomo. Veamos qué sale de esto...
A veces le emboco con mis elecciones, y ésta fue una de esas veces. En determinado momento, me descubro a mí mismo con los ojos cerrados cantando “la verdad, no puedo dormirme sin antes describirme cuando estoy tan solo”. Acá estoy entonces.
En vez de acostado, estoy frente a la máquina, luego de volver de lo más parecido a un 24 horas que tengo en el barrio, con una Patricia helada, esperando que baje la espuma que mi torpeza provocó. Y bueno. Si no me equivoco, es la cuarta cerveza que me tomo. Veamos qué sale de esto...
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