Acerca de cuando algo tiene que pasar

Medio que estoy terminando de dominguear y descubro “ups… me quedé sin cigarros”. Junto unas monedas como para comprarme un Marlboro Azul 10, o en su defecto, Nevada. Me pongo una remera, cazo las ojotas y salgo a la calle. Hace más frío del que me esperaba, pero ese dato no viene al caso.

Pego la vuelta a la esquina, yendo hacia el almacén por tercera vez en el día. Me digo “este tipo no vende Marlboro” y cruzo Garibaldi, hacia el otro kiosquito que está abierto hasta tarde. Bah… Que hasta hace una semana abría hasta tarde. Vuelvo sobre mis pasos hacia el almacén. No tenía Marlboro obviamente, ni Nevada chico. Lo único que tenía era Fiesta. Buuuuuu.

En un último intento, camino unas cuadras a la redonda, buscando algún kiosco salvador. No existe tal cosa en mi barrio. Sin planearlo, las vueltas que di me depositaron nuevamente en el almacén. Me digo “tá… me llevo los Fiesta y me dejo de joder”. Mi amigo almacenero los había vendido. Increíble.

Vuelvo a casa, derrotado en cierta forma, pero a la vez triunfador en otra. Vuelvo pensando en el destino o alguna de esas cosas.

Cuando algo tiene que pasar, pasa.

Podría verlo a la inversa, y decir que cuando algo no tiene que pasar, no pasa.

Sin embargo, la vida me ha demostrado que el planteo por la positiva es el que realmente sucede. Entonces, en vez de pensar que lo que no tenía que pasar era fumar, pienso que lo que tenía que pasar era escribir este post.

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