Existe el momento crucial de la vida de cada persona, en que cuando se dispone a cocinar, le señalan desde una habitación cercana de su hogar, que no hay más gas. Un impacto fuerte es generado por esa noticia tan desalentadora. Verán, la raza humana es poco y nada sin electricidad, en algunos espacios de la tierra, pero no cabe duda de que en ningún rincón del planeta, un hombre o una mujer "x" se divierten o hacen algo por sus vidas sin fuego.
Como mi compañera de situación y yo no somos la excepción, tuvimos que trabajar duramente y sumergirnos en dimensiones muy oscuras de la razón, para decidir qué cocinar, sin tener que usar el asqueroso horno micro-ondas. Pasados 3 minutos de trance racional, decidimos que lo mejor era comprar elementos culinarios (o mejor dicho para la ocasión: ingredientes) para preparar sandwichs, sandwich's, ságuches, emparedados.
Empezó nuestra empresa amorosa, pues debo confesar que mi compañera de situación es un ejemplar muy atractivo de nuestra especie, con una caminata de una mitad de cuadra hacia la esquina, donde se encuentra la despensa de las reinas del barrio. Señoritas grandes, redondas, llenas de gracia, y con un acento muy humorístico al hablar (son paraguayas, y sé que hablamos con acentos muy similares, pero no deja de provocarme risa). Una de ellas sin embargo, cumple con las mismas descripciones antes mencionadas, pero es flaca, y se comporta o parece ser líder del almacén. Tuvimos el agrado y por qué no decirlo, el honor de ser atendidos por ella. 300 gramos de jamón, 250 de queso, una pequeña mayonesa, pan lactal, y refresco gasificado. Si bien no especificaré la marca de la bebida gasificada, puedo decir que lo que toman Zeus, Osiris, Buda, Jesús, y Jehová en sus asados seguro no se compara ni siquiera un poco al sabor de este elixir pecaminoso.
Amo comer, y las tareas que estén relacionadas a esta actividad, me encantan. Bueno, todo menos lavar platos, vajilla y elementos varios para la elaboración de la comida. Hicimos esos emparedados con el mayor empeño. Si bien eran simples, poseían (y teníamos el privilegio de jactarnos de eso) mucha actitud. Los comimos al pie de una liturgia tradicional e inquebrantable. Protocolos divinos, sí, que llenan el estómago y protegen al corazón con placas de alegría.
Sólo nos dimos cuenta entonces de tal gusto hasta que estuvimos arriba, mirando una película en el ordenador, que trata sobre comer. Otro detalle que vale la pena recordar es que cuando terminamos de comer, pensamos que por el mismo dinero, podríamos haber comprado pizza y media docena de empanadas, con una gaseosa. No lo hicimos, y no pensamos realmente. Por eso el miércoles es sánguche en los días de la semana.
6 comentarios :
Malísima. Malísima gragea.
y malísima onda la de la sub gragea... y para peor, desde el anonimato. jeje. vamo´ arriba!
Fue en una buena: la gragea no tiene pies ni cabeza y en tu interior lo sabés. No mantuvo tu nivel.
Si pongo "Jorge" o "Marito", ¿dejo de ser anónimo?
yo qué sé. a mí me gustó. pero si a vos no, está todo bien. fue tan chocante lo de "malísima" que tuve que escribir algo. juan se colgó y mandó su gragea y no me parecía que se mereciera eso. pero está todo más que bien, así que vamo´ arriba.
p.d.: me mató lo de "y en tu interior lo sabés"!! jaja. si sos la voz de mi conciencia, firmá como "ernesto" más que como "jorge" o "marito". jeje. saludos!
'Ta, tenés razón, capaz que fui muy duro. Aguante, Juan; mal yo.
No soy la voz de tu conciencia, sólo soy bueno leyendo interiores.
Abrazo,
"Jorge" o "Marito"
jaja. me gusta tu estilo. abrazo, jorge/marito!
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