Divertite sola entonces

Esa vez decidí conquistarla sin decir palabra alguna. La idea inicial no se basaba en la indiferencia, pero sobre la marcha descubrí que en verdad era una excelente estrategia. Funcionó a la perfección. O ni tanto.

Yo, un galán a la vieja usanza, estaba parado mirándola con un aire de superioridad. Ella perdida, haciéndose la distraída, al divisarme se encamina hacia mí. A diferencia de veces anteriores, dominé mis nervios. La estrategia era perfecta, y mi plan de acción infalible. Ella acercándose segura. Yo, fingiendo desinterés. “Hablame”, le pedía en silencio. “Ojalá que me dé bola”, parecía desear ella. O ni tanto.

Como sea, llegó ese momento. Cuando quise darme cuenta, ella ya estaba parada justo frente a mí, casi tan cerca como para intercambiar nuestros alientos. Abrió la boca para seducirme y preguntó dulcemente: “Perdoná… ¿Sabés cuál bondi me sirve para ir a Pagola y Berro?”. Lo dijo de tal forma que yo no pude resistir. A la mierda todo mi plan de conquista silencioso.

“Pah… Ni idea. No soy de acá…”, atiné torpemente a responderle. Igual me consuela saber que ella no era para mí. Me hizo una mueca de decepción y rápidamente se dirigió a otro hombre. Ni dos segundos le tomó olvidarme. No puedo explicar mi satisfacción al escuchar que él le respondía negativamente la pregunta. ¡¡Tomá, puta!! ¡¡Minga vas a llegar a Pagola y Berro!!

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