Bien

Estoy bien. Estoy contento. Siento que no tengo motivos para estar bien. No debería estar bien. Pero tá. No me estoy haciendo mala sangre por las cosas que en otros momentos me llevarían a estar mal. Y esas cosas son muchas. Casi que la mayoría. Pero no importa. Estoy bien. Y eso está bueno. Es más. Eso de poder no hacerme tanta mala sangre me hace estar bien.

Me estoy dominando a mí mismo. No estoy cambiando tanto de estados de ánimo como antes. Y eso está súper bueno. La cagada cuando será cuando haga un posteo titulado “Mal”. Porque para volver a estar bien seguramente estaré un buen rato. Pero bueno. Hoy por hoy esto se titula “Bien”.

Estoy experimentando cosas que nunca en mi vida había experimentado. Cosas de mierda. Pero la alegría de estar atravesando algo por primera vez está bueno. Es como que siento que estoy aprendiendo nuevas cosas de la vida. Me alegra bajarme de mi ego y darme cuenta que soy un pendejo de mierda que no sabe nada de la vida. Que viví miles de cosas, pero no todas. Que tengo miles de cosas por vivir que van a estar muchísimo mejor que las vividas. Me alegra haberme convencido de una vez por todas que cuanto menos espere de esas cosas, van a estar mejor. Me estoy dejando sorprender. Y aunque me lleve sorpresas feas, el hecho de no habérmelas esperado me gusta. Es raro. Pero tá. No me importa. Me di cuenta que no controlo mi vida. Me controlo yo, y trato de controlar cómo actuar frente a las cosas que me depare la vida. Pero cuando me pasen. No a priori.

Mi vida siempre fue como súper matemática. 1 + 1 siempre era 2. Y guarda con mi depresión si llegaba a dar 3. Un bajón anímico de aquellos. Y para peor, generalmente daba 3. O daba 1,8. Pero yo seguía con mi estúpida idea de que tenía que dar 2. Las cosas que he vivido me han demostrado que nada de lo que yo pensaba que daba 2, ha dado 2. Entonces estaba mal. Muy mal. Pero ahora estoy bien. Y el estar bien me permite disfrutar de cosas distintas. Cosas que en mi planteo matemático de la vida no entraban.

Esa linda sensación de hacer algo por primera vez está siendo muy frecuente. Estoy caminando mucho. Camino por calles que nunca en mi vida había caminado. Y me encanta. Me encanta darme cuenta. Me encanta sorprenderme con eso. Me encanta colgarme a pensar si en verdad nunca había caminado por allí. Me fascina eso. Con las palabras me pasa lo mismo. Hoy escribí por primera vez en mi vida “arrorro”. Y me encantó. Bueno. Me pasó lo mismo con “grageas”... Tanto, que decidí titular este blog con esa palabra. Ahora por ejemplo se llamaría “Arrorro para todos”. Pero tá. Me embola un cacho cambiar una marca tan institucionalizada y reconocida por mi público (ja! que tarado). Me perdí.

Ahhhh. Las cosas que hago por primera vez. Las cosas que me pasan por primera vez. Las cosas que siento por primera vez. Es buenísimo. Más allá que las calles por las que camino, y a la hora por las que camino por ellas, hagan que me cague hasta las patas, me hacen sentir bien. Más allá que las cosas que me están pasando me hacen sentir como la gran mierda, me hacen sentir bien. Más allá que las cosas que estoy sintiendo son increíbles e irremplazables, me hacen sentir bien. Estoy bien.

Soy Luigi. Estoy tratando de ser Luigi. Y tá. Estoy siendo lo que quiero ser. Hay un pequeño detalle que es que lo que quiero ser, no está tan bueno. Pero tá. Me jodo. Me domino, y no me pongo mal por ello.

Mentira!! Mierda!! Ahora medio que me puse mal... Chau!!

Divertite sola entonces

La gente nunca me decía “Che, qué bueno está ese buzo”. O “Me gusta esa remera”. Ni hablar de un “Qué bien te queda ese pantalón”. Pero de un tiempo a esta parte, no sé bien por qué, me empezó a pasar eso. Entonces debí acostumbrarme a responder esas apreciaciones. Para saber qué era lo correcto, empecé a elogiar la ropa de los demás. ¿Y con qué me encontré? Con que la gente te responde “A las órdenes”. ¿Entonces que empecé a hacer? A cada frase positiva sobre mí, respondo “A las órdenes”. El sábado salí a bailar y me encontré con una conocida de mis años en Mercedes. Medio que no confirmábamos que nos conocíamos, hasta que sí. El tiempo cambia a las personas. Pero tá. Ese no es el punto. Cuando me di cuenta que era, me copé. Hacía tiempo que no la veía, y había miles de cosas por contarnos. Entonces viene, me saluda. Yo la recibo, la saludo. Que pim, que pam y ella que me dice “Che! Estás re bien... Re flaco”, a lo que yo le respondo “A las órdenes”. No sé. Me miró súper raro y se fue a la mierda.

El secreto del dentista

Un bajón. Todo lo que me copaba de los distintos aparatejos que usaba el dentista, se fue a la mierda. De chico me re colgaba pensar cómo funcionaba todo. Para qué servía esto. Para qué servía aquello. Cómo hacía el dentista para prender el torno si no tenía botón alguno. Ese coso que tiraba agua y aire... Increíble. La luz que tenías de frente pero no te encandilaba. Ese espejito... El cañito chupa saliva. El olor de la pasta. La sensación de la anestesia. Todo era un mundo intrigante para mí. Pero ya no. Perdió toda la magia. Ya sé cómo son las cosas. Algunas me di cuenta solo. Otras, la dentista a la que voy ahora me las enseño. Una mierda. Me acabo de dar cuenta que la vida es como una visita prolongada al dentista.

Hoy me mojé

Sí. Como un gil. Pero media pila. Cuando salí no llovía. Igual estuvo bueno. Lo que más me gusta de mojarme es cómo me queda el pelo mojado... Mismo que adquiere cierto movimiento y todo. Es buenísimo. Tendré que empezar a usar uno de esos productos que te da efecto mojado al pelo. Qué raro. Me acuerdo que antes no me gustaba tener el pelo mojado. Igual nunca llegué a usar secador. Jaja. Mentira. Una vez me hice un brushing casero. O algo de eso. Me pasaba el secador y con un cepillo me peinaba y me peinaba, con la estúpida esperanza que me quedara el pelo lacio. Cualquiera. Lo que hacía para no tener el pelo mojado era bañarme y salir a dar una vuelta en la moto. Cualquiera también. Era un peligro resfriarse. Atchuu! Mierda. Creo que me estoy resfriando. Atchuuuuuuu! Mierda. Hoy me mojé.

Hace tiempo que no ando en bicicleta

Es cierto. Hace tiempo no ando en bicicleta. Posta. ¿Cuánto hace? Yo que sé. Hace mucho tiempo. ¿Sabré andar cuando me suba de nuevo a una? Es más. ¿Me volveré a subir a una? ¿Lograré vencer el miedo de no saber si podré andar? ¿Le tendré que poner rueditas y arrancar de cero como aquella vez? Qué dilema. Ahora quiero enfrentarme a una bicicleta. Quiero sentir el placer de la victoria. Poder bajarme de ella después de dar unos pedalazos y gritarle “Tomá! Puta! Pude!” Bicicleta del orto... Seguramente te tenga enfrente y no me anime a subirme.

Escritura a rolete

A ver... Mente: te libero. Esto va también para ustedes, dedos. Escriban.
Ojos: no censuren. No sean cortamambos. Dejen ser. Arranquemos...