Para mi cumpleaños número veintiocho, Rosina me regaló una bicicleta. Divinas ambas. Me la dio el 13 de agosto mismo a las 00:01 y enseguida la saqué para dar una vuelta a la manzana. Copado. Muy copado. Entre que nos fuimos el fin de semana a Punta del Este, que todavía no tengo los elementos de seguridad para andar de noche y que necesito "entrenar" un poco antes de ir a laburar en chiva, no la usé más hasta hoy.
Entusiasmadísimo, me levanté al mediodía y la bajé por las escaleras de casa para salir oficialmente a pasear por primera vez. Agarré Guadalupe contra flecha y salí a Garibaldi. Espectacular todo. El día soleado y el poco tránsito conformaban un marco ideal. Iba pedaleando tan contendo que me distendí, al punto que me animé a ir cantando.
En el cruce de Garibaldi y Bulevar Artigas tuve que frenar por el semáforo. A pesar de no tener una cadena aún y no saber cómo iba a hacer para dejarla, me gustó la opción de doblar a la derecha y tirarme hasta 3 Cruces para comprar en "mi" librería el tercer libro de Larsson que llegó ayer.
Esperé la verde como corresponde. Al cambiar, di una pedalada para arrancar. Para mi sorpresa, no me moví. "¡Puta madre! ¡Se me salió la cadena!", pensé. Inspeccioné y no. "¿Qué carajo pasa?", cuestioné. ¡Piñón del orto! Por lo visto venía fallado y se desoldó o algo de eso... La cosa es que al dar pedal giraba, pero la rueda no. Derrotado, me volví caminando con ella al costado. Durante esas cuadras, entre el enojo, la desilusión y algún resto de buen humor, pensaba cuánto la iba a joder a Rosina con que me había regalado una bicicleta berreta.
Pero me duró poco, porque rápidamente me di cuenta que la pena de ella seguramente sería mucho más grande que la mía. Nos lamentaremos juntos y afrontaremos el embolante trámite de ir a cambiarla. De aquí a que tenga la nueva no creo que me olvidé de cómo andar en bicicleta...
Entusiasmadísimo, me levanté al mediodía y la bajé por las escaleras de casa para salir oficialmente a pasear por primera vez. Agarré Guadalupe contra flecha y salí a Garibaldi. Espectacular todo. El día soleado y el poco tránsito conformaban un marco ideal. Iba pedaleando tan contendo que me distendí, al punto que me animé a ir cantando.
En el cruce de Garibaldi y Bulevar Artigas tuve que frenar por el semáforo. A pesar de no tener una cadena aún y no saber cómo iba a hacer para dejarla, me gustó la opción de doblar a la derecha y tirarme hasta 3 Cruces para comprar en "mi" librería el tercer libro de Larsson que llegó ayer.
Esperé la verde como corresponde. Al cambiar, di una pedalada para arrancar. Para mi sorpresa, no me moví. "¡Puta madre! ¡Se me salió la cadena!", pensé. Inspeccioné y no. "¿Qué carajo pasa?", cuestioné. ¡Piñón del orto! Por lo visto venía fallado y se desoldó o algo de eso... La cosa es que al dar pedal giraba, pero la rueda no. Derrotado, me volví caminando con ella al costado. Durante esas cuadras, entre el enojo, la desilusión y algún resto de buen humor, pensaba cuánto la iba a joder a Rosina con que me había regalado una bicicleta berreta.
Pero me duró poco, porque rápidamente me di cuenta que la pena de ella seguramente sería mucho más grande que la mía. Nos lamentaremos juntos y afrontaremos el embolante trámite de ir a cambiarla. De aquí a que tenga la nueva no creo que me olvidé de cómo andar en bicicleta...