Acabo de volver de hacer pis. Me senté nuevamente en mi silla, en la misma posición en la que estaba antes de que mi vejiga me recordara que tomar tres litros de agua o más por día me hace orinar mucho. Y me dio por mirar para afuera. Pero no pude.
Un apuesto tipo estaba mirándome. Jaja. Mentira. Era mi reflejo en la ventana cerrada. Entonces me propuse hacerme una suerte de autorretrato por escrito. Luego, no sólo me pareció muy ególatra, sino que también me disgustaron las cosas que iba escribiendo sobre mí. Todo mal. Jaja. Pero igual. No me hice caso, sino que le hice caso al del reflejo.
Tengo unos championes negros a los que a las dos semanas de comprarlos me aburrieron. Entonces entré a una mercería y le compré unos bonitos cordones rojos al tono. Mi inexperiencia me llevaron a que los cordones resultaran cortos, por lo que no puedo atarlos. Entonces le hice un nudito en cada punta que logran que estén relativamente apretando el champión a mi pie. Por suerte, hoy nadie me pisó el talón, porque de haber sucedido tal incidente, habrían salido a la luz mis medias rotas. Son azules y tienen una incoherente palabra con respecto al uso que les doy: Sport. Les tengo terrible estima. Me las regaló mi abuela Zulma. Pero bueno. Están viejitas y medio rotitas. Pobres... Igual tienen terrible protagonismo.
El pantalón que llevo puesto hoy es un tanto extraño. Cuando me lo compré en una de las galerías de diseño que pululan en el centro montevideano, me quedaban largos. Les practiqué un arreglo provisorio, que peligró ser permanente. Sí. Les hice un dobladillo. Aún no manejaba como ahora el hilo y la aguja, entonces les metí unas grampas con una maquinita de ganchos. Cualquierita... Una de esas máquinas para engrampar hojas. Ahora que lo pienso, no sé si no ayudaron al deterioro de mis queridas medias azules: resulta que los ganchos se iban enganchando con las medias, y hasta llegaron al punto de lastimarme mínimamente. Bueno. No importa. La cosa es que decidí recurrir a mi mamá y que ella les hiciera un dobladillo como Dios manda. Y ahí empezó el problema. Desconozco el motivo, pero ella lo hizo unos centímetros más arriba del mío provisorio. Pero para peor, estoy sospechando que el lavadero Burbujitas, además de devolverme mi ropa con olor a limpio pero sucia, me está achicando la ropa. Jaja. Todo mal.
¿A qué venía todo esto? Ahhh. A que todas estas vicisitudes desembocaron en que mis pantalones me quedan un poco cortos. Resultado: se ven más de lo debido mis medias azules, casi al punto de que cualquiera pueda leer el patético Sport. Si bien achicó, el pantalón me queda un pelín grande. Entonces uso un cinto.
Adoro mi cinto. Odio al que me lo vendió. No solamente porque luego de comprarlo, caminé media cuadra y lo encontré casi a mitad de precio, sino que además se desflecó todo. Una bosta. Pero lo re quiero. Al cinto. Es de esos de apretar. O sea: no tiene agujeritos. No estoy seguro, pero creo que el dibujito animado “Sinbad el marino” tenía uno con este sistema. Tá. No importa. La cosa es que es verde, con vivos en celeste y amarillo. Re amorciiisss. Jaja.* Luego, tengo una remera negra con un estampado en dorado. Tiene unos pajaritos re lindos. Y no. No soy puto. ¿Ok? Es del Desachate. Está buena. Igual, sólo se le ve el cuellito, porque por arriba tengo una camperita.
La camperita es medio verde, medio gris. No sé bien. Tiene capucha y una piolita azul para apretarla. Cada vez que me pongo la capucha, parezco un ladrón. Lo que pasa es que la barba ayuda. Igual, liquido la parte del vestuario y le meto a la parte física. Jaja. Me cago de la risa porque a la camperita ahora la estoy usando arremangada. Parezco Mateiko.
En la muñeca tengo una suerte de pulsera o algo así. Es un cacho de la tela que se usa para las correas de las mochilas, que la compré junto a los cordones rojos cortos. No es elástica, por lo que para ponérmela tuve que coserla sobre mi muñeca. Sí. Cómo era de esperar, me pinché todo. Además, se me ocurrió que con un encendedor podía lograr que quedaran súper unidos los extremos y evitar posibles pérdidas o rupturas. Y sí. Cómo era de esperar, me quemé todo.
Y por ahí estaríamos en la parte de autorretrato por escrito a nivel vestimenta. Ahhh. El calzoncillo es negro y tiene un botoncito en la bragueta.
Hablé de la barba... Estoy barbudo. Estoy desprolijo en verdad. Tengo el pelo que es cualquier cosa. Ahora que me miro en el reflejo del vidrio, realmente no sé si no llego a casa y me paso la máquina corta pelo en el número 4. O en el 2, mirá.
Lo único que saco en positivo de mi reflejo son mis ojos. Estoy re orgulloso de ellos. Jaja. Qué tarado. Pero posta. Son lo mejor que tengo a nivel físico. Uia. Mi vejiga de nuevo me recuerda las contraindicaciones de tomar tres litros o más de agua por día.