Peñarol, Peñarol

Hoy, con algunos de mis compañeros de laburo jugamos al 5 de oro. Recién, mientras miraba algo en la tele escuché notificaciones constantes de mi WhatsApp. No tenía el celular cerca y no tenía ganas de pararme a buscarlo.
No por vago. No. Tampoco por no querer poner pausa. Simplemente porque me enganché con la idea que se me cruzó por la cabeza: uno de mis compañeros había mirado expectante el sorteo y nos había comunicado que éramos millonarios. Y el resto estaría respondiendo, incrédulos y llorando de la emoción. Se estarían planeando qué haríamos con los que no participaron. Habría capturas de pantalla con los números sorteados, fotos de los festejos y bromas sobre posibles fugas de quien tiene la boleta ganadora.
Empecé a imaginarme a quién le contaría. Y cómo. ¿Cuál es la mejor forma para contarle a un amigo que tenés pila de guita ahora? ¿Y a tu familia? ¡Qué locura! Ganamos el 5 de oro y nos avisamos por WhatsApp. ¿Qué onda? ¿No daba para una llamadita? Aunque uno sea Movistar y el otro Antel... Yo qué sé... El chat es frío. Y nosotros ricos.
Pasaron los minutos entre la primera notificación y el momento en que finalmente agarré el celular. Mi cabeza estaba volando. A cagar el capítulo de la serie que estaba mirando. Y a cagar el 5 de oro: las notificaciones eran de un grupo de hinchas manyas en el que estoy. 

2 comentarios :

Luis Gioia dijo...

Pero esos momentos en que fuiste millonario valieron la pena para saber cómo reaccionar o no?

· · · l u i g i · · · dijo...

mucho stress. no vale la pena ser millonario.