Romeos

Recién me colgué a mirar cómo un camioncito levantaba y vaciaba un contenedor de basura. Podría decir que el cuelgue duró horas pero faltaría a la verdad, ya que en pocos minutos se realiza la tarea. Pero efectivamente sentí que fueron horas. Y en ese tiempo, volví a mi niñez y fue hermoso. Miré toda la acción con ojos de niño. Curioso. Asombrado. Gozado. Incrédulo. Cuando deposité mi mirada en el operario (que era poco menos que un superhéroe) me decepcioné enormemente. Él no era consciente de la magia de la que era parte. O al menos, no la estaba disfrutando. Nuestras miradas se cruzaron. Y tal vez nuestros pensamientos también. Ojalá. Yo me quedé pensando en cómo la rutina banaliza lo extraordinario. Y él, tal vez, en que está zarpado lo que hace con su camioncito. 

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