Amigas

El otro día tuve que ir al banco por un trámite y mientras esperaba mi turno para ser atendido, contemplé atentamente la siguiente situación. En la fila de asientos de delante, había una muchacha también aguardando, sola, hasta que llegó una señora mayor y se sentó junto a ella. Si bien no logré escuchar exactamente sus palabras, supongo que apenas terminó de instalarse le comentó algo tipo "viene lenta la cosa...". También le pudo haber hablado del clima, pero no viene al caso saberlo a ciencia cierta. La joven le respondió y así comenzaron a charlar. Repito: no sé de qué, pero se las veía muy cómodas con la conversación. Los minutos pasaron y anunciaron el número de la joven, que se paró y se dirigió hasta el escritorio para que la atendieran. La señora le comentó (nueva suposición) "¡qué suerte! ¿viste que en algún momento te iba a tocar?". La muchacha sonrió. Ahora la señora había quedado sola. Pensé en cambiarme de asiento y acompañarla, porque yo estaba un poco aburrido ya a esa altura. Pero no lo hice. Me quedé y seguí observándola. De pronto, la veo que se acomoda levemente en su lugar. Pasaron unos segunditos hasta que me di cuenta de porqué lo hacía. Su reciente nueva amiga ya había terminado su trámite y se estaba despidiendo del empleado del banco. La joven se para, chequea su cartera y rumbea hacia la puerta. La señora sigue todo su trayecto con la mirada. La joven no repara en lo más mínimo en la doña. Se va, se va, se va, se fue. La señora queda sentada, casi triste, por no haber recibido un saludo final de la joven. Una mano levantada habría alcanzado. Ni hablar de un "¡suerte! que le sea leve la espera...". Pero la señora no quería tanto. Simplemente precisaba un cierre a esa fugaz relación que se había dado. Como estaba relativamente cerca de la señora, casi me le arrimo y le comento "que descortés", empatizando con ella. Pero lo pensé bien y decidí no hacerlo, porque estaba por llegar mi turno y después me iba a tener que acordar de saludarla al irme. Y la verdad, se me caía un huevo. ¡Vieja del orto! ¿Quién le da derecho a sacarle charla a un desconocido? Y después, anda reclamando que la saluden... ¡A cagar!

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