Estoy en el balcón de casa escribiendo el libro, poniendo a prueba mi concentración con cada ruido o forma que se mueve por la calle. Levanto la vista del monitor, distingo de qué se trata y sigo. Mucha moto. Algunos camiones. Autos a rolete. Y gente. Un montón de personas caminando. Algunas ya habituales, que días anteriores me han "desconcentrado" más o menos a la misma hora. Pero la razón puntual de estar grageando esto fue un grupo de señores con traje. Tres. Adultos. Serios. Me llamaron la atención puntualmente por venir caminando por el medio de la calle como si nada, así que los miré un segundito más que el que le dedico habitualmente a las demás formas que pasan frente a mí ubicación. Y gracias a eso fue que vi a uno de ellos pegarse un mínimo piquecito hasta el cordón de la vereda, recoger algo y unirse nuevamente al grupo. Obvio que mi intriga creció y necesitaba saber qué había descubierto. Casi que si no lo averiguaba, pensé en preguntarle desde el balcón a grito pelado. No fue necesario. Muy risueño y sin anticipar nada a sus compañeros, se agacha y hace rodar un rollo de cinta adhesiva. De esos grandes, que vienen con una cinta marrón gruesa. Los tres se maravillaron con la trayectoria del rollo, que giró en línea recta calle abajo varios metros. Estaban copados. Parecían niños. Disfrazados con traje y corbata.
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