Estoy gratamente sorprendido con que mis últimos viajes a Mercedes me devuelven feliz a Montevideo. Pleno, ponele (palabra no tan copada, pero sí pertinente). Hoy puntualmente estoy encarando el regreso con una sonrisa un poco más grande que la de costumbre. Y me gusta. Por ejemplo, no me importa que la de adelante reclinó a más no poder su asiento. Ni que el de al lado se apropió del posabrazos compartido. Ni que el aire está muy fuerte y no traje nada de abrigo. Ni que el 3G se está comiendo la batería del celular. ¡Ah, no! ¡Pará que me que queda pila de rato de viaje todavía! Y quiero seguir escuchando a Abel Pintos... Ah, sí... Y después sigue Miranda!...
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