Mientras esperaba el bondi, el semáforo en rojo provocó un atolladero de autos. Al ponerse en verde, a un conductor le pasó lo peor que te puede pasar en esa situación: soltó muy rápido el embrague y se le apagó el auto, trancando a los de atrás. Me compadecí del desafortunado inmediatamente, y acto seguido me enfurecí. Pero no con él. No, no. Con alguien que se entusiasmó con la bocina. Si bien no fue en voz alta, comencé a blasfemar. De hecho, capaz que gesticulé solicitando que le tuvieran piedad. No estoy seguro. Con certeza sí sé que puteé al de la bocina por su insistencia. Cuando finalmente el afectado conductor logró volver a poner en marcha su auto y todos los demás comenzaron a desfilar frente a mí, intenté identificar al molesto de la bocina. No iba a decirle nada necesariamente, pero sí demostrarle mi malestar. Para mi sorpresa le terminé devolviendo el saludo, ya que era un conocido y la bocina era dirigida a mí.