Resulta que me planteé volver a ser “luigi”. Si bien no tenía del todo clara la diferencia entre lo que soy ahora y ese “luigi” al que hago referencia, sé que quiero volver a ser “luigi”. Hagamos un repaso histórico para descubrir las diferencias: Yo supe ser “Luisito” de chico. Como a mi viejo también le decían “Luisito”, hubo un tiempo que fui “Luis Eduardo”. A decir verdad, creo que sigo siendo ese “Luisito / Luis Eduardo”. Al menos, me gusta creer que así es. “Luisito / Luis Eduardo” es un niño con una mirada que lo dice todo. Le gustan las cosas chicas, onda los detalles de la vida. Le podés dar un terrible camión para que juegue, y el tipo prefiere unas piedritas. “Luisito / Luis Eduardo” fui toda mi niñez hasta la escuela. En la época del liceo fui “Gioia”, o bueno, “Yoia, Jiolla y/o Jioia”. En Mercedes todos dicen mi apellido de cualquier forma. Hasta mi madre, cuando dice Stella Maris Barrios de ..., lo dice de distintas maneras cada vez. Como sea, ese “Gioia” ya medio que se separó del “Luisito / Luis Eduardo”. Me jugué un rebelde que ni yo me creía. Era re loco. Jajaja. Cualquiera. Lo que estuvo bueno fue que me independicé, pero no sólo de mis viejos. Casi que se puede decir que me independicé del mundo. Me cagué en el mundo mejor dicho. Capaz al extremo, pero está bueno mantener algo mínimo de eso, siempre y cuando sea para potenciarse uno. O sea: que el mundo te chupe un huevo cuando intente oponerse a tu voluntad. Y bla bla bla. Así fue hasta que pasé a ser “Nano”. Casi ocho años fui “Nano”. “Nano” era un buen tipo, más civilizado, menos arriesgado, pero que la iba llevando. Por no estar mal, no intentaba estar bien. Estaba en neutro. Era como insulso “Nano”. Igual soy injusto. Unos siete años fui extremadamente feliz siendo “Nano”. Además, ya estaba en facultad, y más que eso, viviendo en Montevideo sin mis viejos. Podía haber vuelto a ser “Luisito”, pero por suerte mi abuela me sigue diciendo “Luis Eduardo”. ¿En donde me quedé? Ahhh. Cierto. Era “Nano”. Y después de un tiempito, pasé a ser “luigi”. (No sé bien que significa, pero por primera vez, pasé a ser un nombre en minúscula.) El “luigi” este fue mí yo más feliz, más pleno, más divertido, más sensible, más abierto, más todo. Era un mix de lo que a mi entender, era lo mejor de cada uno de los que había sido. Eso me duró un par de meses. Estuvieron bárbaros esos meses... (Está bueno recordarme que más allá que estos cambios están asociados temporalmente a mujeres, no tienen tanta relación directa. O sí. Jaja. Yo que sé. No importa.) Vuelvo al principio: ahora soy otra cosa. No sé bien qué soy. Pero no soy “luigi”. No siento que sea “luigi”. Creo que hubo una etapa en la que fui “Nano” de nuevo, y cuando me di cuenta, fue que me planteé volver a ser “luigi”. “Nano” es conformista. “luigi” no. “luigi” busca la felicidad a toda costa. Y ahí es la parte complicada. Ser “luigi” ahora es un tanto complicado. Si logro volver a ser “luigi”, debería hacer algo que sería una mierda. O no. Tampoco es tan dramático. Pero como sea, seguramente estaría complicado de vivirlo. Entonces no soy “luigi”. Soy un “Nano” que quiere dejar de serlo, pero que no le dan los huevos. Soy un “Luisito / Luis Eduardo” que no se da cuenta de las cosas. Soy un “Gioia” al que no le importa estar bien. En definitiva, soy siempre el mismo tarado, con la única diferencia que una vez encontró la felicidad. Y ese haber encontrado la felicidad me rompió todos los esquemas, porque ahora sé que es posible ser feliz. El tema es que hoy por hoy, mi felicidad se centra en algo en lo que no está del todo bueno que se centre. Así que tal vez siga siendo “Nano” hasta que se me pase...